Se trata una expresión rodeada de luz si se ve escrita, también ligada a un concepto un tanto alejado de su significado por los gritos y el postureo del programa televisivo. Dejando a un lado esta digresión, si nos centramos en un artículo con esta etiqueta, sabemos que se trata de una indicación de calidad dentro de su género, o sea, lo mejor, adoptado para diferenciarlo de lo corriente, de lo conocido, aunque sea lo mismo en apariencia por razones de uso.
Los deportistas, los actores, en suma, quienes viven de la imagen ya sea en movimiento o impresa, han logrado hacer marca de su propio estilo de vida. Todo lo que usan se convierte en ingresos porque lo ponen de moda. Si pudieran, también lo harían con el aire mientras están respirando. Quizás resulte exagerado, pero aprovechan el filón de la juventud hasta unirlo con la madurez transformándolo en cantidades de seis cifras, viviendo el momento y del momento en razón de su fugacidad. Si el espectador sigue su estela, si la sugerencia anunciada está trabajada para influir y aceptarla como ley, el objetivo se habrá conseguido. Lo malo es el precio a pagar por esa marca, por ese estilo de vida que, una vez pasados la ropa y los complementos, continúa con los detalles del hogar. Tenemos el ejemplo de Ágatha Ruiz de la Prada, cuyos diseños peculiares saltaron de la tela a la felpa para estamparse en los adornos. Un trabajo difundido e incluso imitado por cuantos viven de la imagen y del poder de la influencia. Basta echar un vistazo a una revista. Si el personaje aparece con el último modelo de móvil, al pasar dos páginas habrá lista de espera para comprarlo o se habrá colapsado la venta on line. Si una actriz está ante un plato de acelgas, esa semana se agotarán tanto en el mercado como en la tienda de productos congelados.
Todo lo que tocan o le ponen para tocar, migra como los pájaros, directo a esos hogares de diseño. Sus moradores habrán empezado a hacer cuentas para adquirir el nuevo papel higiénico de bambú puesto a la venta en la tienda de Gweneth Paltrow, una extravagancia de treinta y nueve euros el paquete de dos unidades. Creadora de un estilo de vida, así se publicita quien se hartó de morcilla y jamón durante su intercambio estudiantil en Talavera, esta actriz de nombre impronunciable ha diseñado también el envoltorio, negro con flores invernales, dice, aconsejando el producto por la sedosidad de su textura. Se venderá, seguro, y quien se haga con él lo dejará sobre la repisa, sin desenvolver, para mirarlo y ser admirado por cuantos entren en el baño.
No lleva la etiqueta De luxe. No hace falta. Es evidente.