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Técnicas de estudio... para padres

Es importante encontrar un término medio entre la severidad y la permisividad

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El alto índice de fracaso escolar que padecen los escolares andaluces hace necesario que los padres se planteen implicarse aún más en el estudio de sus hijos. ¿Nuestros hijos saben estudiar? ¿Dedican el tiempo justo? ¿Están suficientemente motivados? 

No podemos achacar este fracaso a una causa concreta. En realidad debemos pensar que se trata de un fracaso social. Quizá hemos dejado la educación de nuestros hijos en manos de los colegios e institutos, cuando ellos insisten en que son meros instructores, y no educadores. 

Por otra parte, el alto índice de paro, la insatisfacción laboral y otra serie de factores que presentan el mundo laboral como algo negativo, hace que no haya motivación hacia el estudio porque no hay un fin determinado. 

Pero ¿Qué pueden hacer los padres y madres para ayudar a sus hijos en los estudios? Es importante encontrar un término medio entre la severidad y la permisividad. Es decir, ni exigir que el niño se pase cinco horas estudiando, porque esto es imposible y lo único que conseguimos es que se acostumbre a ver pasar las horas delante del libro; ni debemos despreocuparnos y sólo prestar atención cuando llegan los suspensos. Debe de haber un seguimiento continuado, día a día, preguntándole qué han hecho en clase y cuáles son las tareas. Los padres deben conocer los horarios de clase de sus hijos, así como a sus profesores y tutores. Es importante que el niño nos enseñe sus cuadernos y, aunque en muchos casos no sepamos exactamente de qué trata la materia, le damos a entender que nos preocupa su formación y, a la vez, estamos dispuestos a ayudarle. 

Es primordial que les enseñemos a estructurar su tiempo, teniendo en cuenta que tan importante como el tiempo de estudio es el tiempo de ocio. Descansar y relacionarse con los amigos es importante para la motivación del niño. Debemos ayudarle a hacer un horario donde aparezcan las 24 horas del día y los siete días de la semana, o emplear una agenda donde se anoten las tareas, horas de estudio, etc. 

Que un niño estudie más de una hora seguida es una utopía. Es necesario establecer descansos de diez o quince minutos, que deberían estar controlados porque, suele ocurrir que estos descansos se alargan hasta 30 o 45 minutos sin darse cuenta. 

Dependiendo de la edad y de la dificultad del curso se puede establecer un horario de estudio de entre uno y cuatro horas diarias. Hay que evitar estudiar en las dos horas siguientes después de comer, porque la mayor afluencia de sangre es hacia los órganos de la digestión y esto produce el sueño típico que impedirá la concentración. También es importante asegurarse de que los niños duermen un mínimo de ocho horas y no más de nueve, para evitar la pereza que provoca el abatimiento del tono muscular.

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