Nuestros políticos y por supuesto todo el sistema mediático que les baila el agua no paran de hablar de una nueva normalidad y al hacerlo nos engañan doblemente. En primer lugar porque la pandemia como tal no ha finalizado porque el virus sigue ahí y porque la sociedad aún no ha asumido las consecuencias de las vidas que se han perdido.
En segundo lugar porque la mayoría de los ciudadanos se conformarían con volver a la normalidad de siempre, aunque como es lógico hay muchos que para poder hacerlo necesitan que se les dé solución a unas carencias económicas que vienen de antes de la pandemia.
Por desgracia la realidad que estamos viviendo en España es más bien todo lo contrario a cualquier tipo de normalidad – sea la de antes o la que se vende como nueva – porque los políticos (unos más que otros) nos han llevado a una situación económica incierta y están creando un innecesario enfrentamiento social. Debería preocuparnos que haya millones de personas que parecen dispuestas a justificar lo injustificable apoyando a quienes lo hicieron mal, y aunque algunos dicen que es a cambio de ayudas y subvenciones en realidad es por falta de criterio ante los retos del futuro.
Es curioso lo rápido que se olvida todo en este país, ahora parece que la mayoría no se acuerda de cómo se reían de la pandemia en las televisiones; ni de las tonterías e incongruencias que se dijeron: el machismo mata más que el coronavirus, solo es una gripe distinta, habrá como mucho 2 o 3 contagios controlados, no se podía saber, etc.; ni de cómo atacaron a los que avisaban de la pandemia y luego les acusaron de capitán a posteriori; ni de cómo se olvidaron de las residencias de ancianos; ni de cómo nos confinaron a todos sin aplicar test para conocer la evolución de los contagios; ni de cómo dijeron que las mascarillas no servían (porque no había) y luego las pusieron obligatorias; ni de cómo faltaban respiradores y compraban material defectuoso; ni de cómo se aplaudía a los sanitarios en los balcones y no se les daban medios; ni de cómo multaban a mansalva y muchos vecinos se espiaban entre sí; ni de cómo culpan de los fallecidos a las actuaciones de la oposición política y a los ciudadanos por descuidados, etc. Tras imponer sus malos criterios y ser responsables de un desastre humano y económico, ningún gobernante debería poder irse de rositas.
Pero en nuestro país, aprovechando una sociedad atemorizada por la pandemia y en buena parte aborregada (muchos adoctrinados), los políticos están impidiendo que se aclare lo sucedido, pretenden que los fallecidos se olviden lo antes posible (ocultando además una parte) y atacando despiadadamente a todo el que busque explicaciones o disienta de las versiones oficiales. A lo de ahora bien lo podríamos denominar la nueva anormalidad. Recuerden: no podemos olvidar. Fuerza y salud.