El tiempo en: Vejer

Arcos

“Pretendo contar cómo era la vida cotidiana de las mujeres”

Entrevista con la escritora Pepa Caro

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  • Pepa Caro analiza en su nuevo libro cómo eran las mujeres en tiempos más difíciles. -

Pedro Sevilla
Arcos

El Palacio del Mayorazgo es un buen lugar para hablar de literatura y de historia, para hablar de las mujeres en la historia, así que quedamos allí una de estas mañanas de octubre. Hace calor porque el calendario anda loco, y este mes tradicionalmente lluvioso se está comportando como sus parientes veraniegos, está jugando a ser junio, o julio, y nos tiene totalmente desorientados.

Pepa Caro, escritora, licenciada en Historia, presenta hoy su libro de relatos ‘El tiempo que llevamos dentro’ y nos vemos para hablar de él, para conocer de primera mano lo que nos propone esta nueva publicación. Pero antes, claro, hablamos de nosotros y reverdecemos viejos recuerdos de nuestra trayectoria común en esto de las letras y de la amistad. Y hablamos, por supuesto, de los nietos, con el consiguiente visionado de fotografías en el whatsapp y todas esas  cosas que nos convierten a los abuelos en seres razonablemente entontecidos de felicidad, de amor a esos hijos de nuestros hijos que nos devuelven a nuestra infancia, que nos hacen ser niños de nuevo viviendo su infancia.

Pero esto no es un ensayo sobre la nunca aclarada disputa sobre si se quiere más a los hijos que a los nietos, o si se les quiere igual. Yo, aunque sea entre paréntesis, digo por experiencia propia que los quiero igual, con la misma intensidad y con el mismo miedo por su seguridad y su destino, y cada vez repito con más frecuencia la frase que le oía a mi abuela: ¿Qué les quedará que pasar a los pobrecitos…?  Esto no es un ensayo sobre los yayos, así que hay que cerrar el whatsapp y empezar a preguntar por el libro.

‘El tiempo que llevamos dentro’ suena a historia y desde el título, a vida vivida, a semilla. ¿Qué es exactamente este libro?
–’El tiempo que llevamos dentro’ es mi libro menos personal, menos autobiográfico. Se trata de una serie de relatos que al final acaban cosidos unos a otros, tejiéndose con un hilo común. Está localizado en el siglo XIV, en nuestro Arcos, y trata de hacer visible el papel de las mujeres en aquella sociedad medieval. El libro pretende contar cómo era la vida cotidiana de las mujeres en una época donde las mujeres eran invisibles. Fíjate que entonces se contaban y se cantaban las gestas varoniles, las guerras de fronteras que acometían los hombres. La mujer no tenía quien la cantara ni quien contara su vivir callado pero imprescindible.

A la vista de esa invisibilidad, habrá sido difícil montar estos relatos. Lo digo por la falta de datos…
–Por supuesto. Ha sido muy difícil. He tenido que recurrir a testamentos de la época y trabajos especializados de investigación histórica publicados por congresos y universidades y por supuesto a los libros de los eruditos e historiadores arcenses, a documentos fehacientes a través de los cuales he podido reconstruir sus costumbres, su forma de actuar. Hasta su forma de vestir. He tratado de hacer una reconstrucción fiel del pasado, pero en clave literaria, no histórica. Lo que quiero decir es que la literatura te da libertad para conseguir el marco adecuado y construir relatos no ajustadas a la realidad histórica, pero verosímiles.

O sea, que la historiadora ha dejado el sitio a la escritora a la hora de acometer la escritura de este libro, ¿es sí?
–Bueno. He tenido que convertirme en testigo de esa época, introducirme en ella. Y sí, estos relatos cuentan historias inventadas. Son el testimonio de una colmena de mujeres que sienten, sufren, viven, festejan la vida y mueren siempre al margen de las grandes crónicas. Digamos que los hombres son el paisaje de la época, su cara visible, y las mujeres son en mi libro  la vida plena, la vida sosegada, y sufrida, que siempre acaba salvándonos por su autenticidad.
Estamos en Arcos, ¿verdad? ¿De 1300 hacia arriba? Arcos no es aún un señorío, sino que pertenece al Rey. Luego vendrán los Ponce de León y sus ducados…
–Sí. Me suele ocurrir que me remito siempre a Arcos; intento coincidir con mi paisaje hereditario, con los escombros y esperanzas que tiene un pueblo, que tiene este pueblo nuestro. Los relatos, sí, están ambientados en Arcos, en los años de realengo, en el momento en que empezamos a constituirnos como ciudad, con nuestros ilustres apellidos pero sin personajes históricos.

Está haciendo literatura pero la historia no puede desaparecer del primer plano…
–Claro. Es verdad. Es que esto es un intento de comprender, escribiendo, un parte de nuestra historia, de explicármela a mí mismo y de compartirla con los demás.

¿Hay, Pepa, un boom de literatura donde la mujer es protagonista, donde parece en primer plano?
–Creo que sí. Y creo que es una reacción lógica. Durante mucho tiempo no ha habido mujeres. Todo ha estado en manos de los hombres. Se contaba todo desde un perspectiva masculina. Ahora  tenemos seminarios donde se estudia la microhistoria, la historia “con” las mujeres, porque no es lógico escribir la Historia sin contar con el 5o por ciento del género humano. Creo que todo obedece a un intento de hacer justicia con las mujeres.

Se trata, entonces, de agradecer a las mujeres de antes su labor…
–Se trata, sobre todo, de hacer patente la gratitud a las personas que han luchado por hacer visibles a las mujeres. Se trata de dejar claro que tenemos la obligación de conseguir mediante la literatura que se conozca y se respete a la mujer del pasado en este futuro que ahora vivimos nosotros.

‘Octubre es Historia’ es el lema que se ha institucionalizado para las conferencias que se vienen celebrando estos días en la capilla de La Misericordia. Es, sin duda, un acierto de la Delegación de Cultura. ¿Cuál es el propósito?
–Sí. La Delegada de Cultura cree necesaria una atención a especial nuestra historia local y se ha tratado de incluir a historiadores ya consagrados con otros jóvenes, chicos y chicas que están preparando sus tesis y sus estudios. Es gente, sobre todo los jóvenes, con mucho valor y mucho que decir. Hay que apoyarlos. No podemos vivir perennemente con la decimonónica y por otro lado valiosa visión histórica de Miguel Mancheño. Es hora de actualizar la historia. Nuestra historia.

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