La Asociación de Daño Cerebral Adquirido en Cádiz presentaba este jueves un nuevo número de la revista ‘La Resacca’, una publicación bimensual hecha por los propios ususarios de Adacca. Ya han cumplido año y medio y en esta ocasión lo celebraban con la actuación de Rancapino Chico que amenizó el mediodía de los asistentes.
Previamente, algunos de los redactores de la revista contaban a sus compañeros y usuarios de Adacca sus experiencias con la enfermedad, cómo era su vida antes de sufrir algún accidente cerebral o cómo les ayudan desde la asociación.
Bernardo Agudo es uno de los redactores del último ejemplar de la revista. En su artículo cuenta la vida al lado de la presidenta de Adacca, Ana María Pérez, cómo le cuida, cuánto trabajo hace por sacar adelante la asociación y “cuánto me quiere, es una mujer tan buena”, decía en petit comité Bernardo. Este hombre, que practica yoga y acude diariamente a la asociación, sufría un accidente en Barcelona que casi le costaba la vida “Y fue ella quien decidió traerme para Cádiz porque allí no veía que se tomaran interés. Le debo la vida”.
En el ejemplar también se cuentan las historias de un piloto y paracaidista que sufría un accidente tras lanzarse desde la avioneta y que sigue teniendo ilusión por volver a lanzarse en paracaídas. Está la pieza de Carmen Espejo que aunque recuerda el pasado “ahora toca pensar en el presente para en un futuro poder valerme por mí misma”. En Adacca hay quienes hablan mucho, quienes no hablan, quienes llevan bastón y quien va en silla de ruedas. Están en la asociación “para recuperarnos poco a poco” porque el proceso es muy lento.
Hay historias que saltan las lágrimas, historias que ponen los vellos de punta, historias que hacen a uno recapacitar. Hacen levantar el pie del acelerador y plantearse si verdaderamente el trabajo o nuestras responsabilidades se merecen que les demos ese papel tan primordial en nuestra vida. Leerse ‘La Resacca’ hace entender cómo viven las personas que han sufrido daño cerebral, cómo son adictos a las pastillas, como explica en su artículo José Antonio Toro, que lleva tres años y ha ingerido más de 11.000 pastillas en todo este tiempo. “Para el vértigo, para controlar la tensión, el colesterol, el corazón, los temblores, los antidepresivoss, para dormir, los antiagregantes de la sangre (que hacen que la sangre sea más líquida para evitar futuros trombos), aparte del protector de estómago”. En sus palabras se percibe cómo se siente y cómo ve su vida. O Juan Manuel García Candón que echa de menos no poder hacer el Camino de Santiago como estuvo haciendo durante diez años de su vida.
Otros como J.J. Tinoco, que era camarero en El Faro, y al que le entusiasmaba cortar jamón y ofrecer las sugerencias del día a los clientes, sigue con su pasión por la gastronomía en el taller de cocina de Adacca, consiguiendo unos platos “riquísimos porque trabajamos en equipo, cada uno a su tarea, que siempre es distinta”.
Ponen sobre la mesa cuestiones del día a día como la adaptación de las viviendas, cómo enfrentarse a un viaje con la moto eléctrica o cómo para soportar los dolores de cuello, por ejemplo, en alguno de los casos, deben tener la cabeza apoyada. Aún con apatía son conscientes de que “no tengo que dejar de viajar y de conocer mundo, pues eso es lo que me voy a llevar”.
Agradecimiento
En muchos de los textos hacen referencia al esfuerzo y el trabajo del personal, así como a las buenas maneras con las que ejecutan su trabajo. Se agradece tener a gente al lado cuando están los peores momentos de una vida que, en ocasiones, se torna difícil. Pero este jueves lo que más había eran ganas de fiesta con la actuación flamenca y un salón abarrotado de usuarios, monitores y personal de Adacca, que estaba pendiente de cualquier necesidad.
Como fin de fiesta, foto de grupo y la entrega de una camiseta de Adacca a los artistas que calentaron el ambiente con su música y su quejío.