Sus majestades de Oriente dejan nuestro país tras una larga jornada donde han visitado a todos los niños en la noche más mágica del año. Con los contenedores de papel repletos de cartones que envolvían nervios e ilusión apenas unos minutos antes cerramos unas Navidades en las que hemos intentado rescatar de nuestro recuerdo olores y sensacionesque intentamos transmitir a nuestros hijos: Montar el Belén e ir acercando a los Reyes Magos poco a poco al nacimiento, el pavo trufado de la abuela, perdices con perdigonesque este año han llegado gracias a una Ángela de la guarda y juegos de mesa en la camilla, con brasero de picón. Familia, tradiciones y reencuentros, aunque este año hayan sido digitales. En mis navidades de niña no podía faltar en una de las tardes con los primos fichas volando por los aires tras una estrepitosa bancarrota en el “monopoly” o un injusto asedio en el “Risk”. Mi mal perder, sobre todo en los juegos de azar como el parchís, fue debidamente controlado gracias a los castigos respectivos y algún coscorrón de mis hermanos y primos.
Justo eso hemos vivido el día de la Epifanía. Cuando en los hogares andaluces nos disponíamos a rematar las fiestas con el tradicional roscón de reyes, saltaban por los aires las fichas de la democracia americana con el abordaje al Capitolio. Un sistema, el que nos hemos dado desde hace más de cuarenta años en nuestro país, que precisamente tiene su grandeza y su supervivencia en la alternancia.
He tenido la suerte de vivir dos tensos momentos que reflejan la incapacidad de algunos en aceptar no solo unos resultados, sino un cambio en el gobierno. La primera vez el 11 de junio de 2011, en la investidura del que fuera el nuevo alcalde de Sevilla Juan Ignacio Zoido que con una aplastante mayoría absoluta de 20 concejales consiguió relegar a Monteseirín y al comunista Torrijos del gobierno municipal. Del acto de investidura salimos rodeados de gritos e insultos, por los indignados del 15M. Agresiones carreras y policía que intentaban proteger a los asistentes de los manifestantes. Años más tarde, el 18 de enero de 2019 en la toma de posesión del nuevo presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, en el Hospital de las Cinco Llagas, cientos de manifestantes acordonaron el Parlamento. Conseguir llegar al acceso fue una batalla campal. La policía intentaba sin éxito tener un corredor peatonal para los asistentes que habíamos decidido llegar a pie. La propia Susana Díaz hizo un llamamiento a los militantes para movilizarse, y algunas agrupaciones, como el Partido Socialista de Osuna, ponían a disposición autocares gratuitos para acudir a la manifestación. Díaz aseguraba “ponen en riesgo las bases de nuestra convivencia anteponiendo exclusivamente sus ansias de poder”. Dos años después de esta toma de posesión, los hechos han demostrado que el cambio de gobierno ha servido para mejorar la calidad de vida de los andaluces pero sobre todo, para mejorar la calidad democrática de nuestra Comunidad.
Y sí, he dicho la suerte de vivir dos tensos momentos, porque solo viviendo en primera persona los gritos e insultos se puede percibir el miedo y la inseguridad, que deben, o por lo menos en mi caso lo han sido, motor inagotable para seguir defendiendo nuestro sistema democrático de los intolerantes, de los totalitarios, de los extremistas que no saben perder.
