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'Viejos', un bofetón a la conciencia de la mano del cine de terror

Dirigida por el tándem Raúl Cerezo y Fernando González, "Viejos" es una película donde dicen "no hay ni un solo mensaje positivo".

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Las películas de terror son algunos de los divertimentos más primitivos que existen porque enfrentar miedos y mirar de cara a la ultratumba o a los demonios produce placer. Pero algunas son, además, bofetones en la conciencia, sacudidas de realidad que obligan a mirar dentro y pensar. Es el caso de "Viejos".

Dirigida por el tándem Raúl Cerezo y Fernando González - Los Ferezo, dicen en broma los autores de la premiada "La pasajera" (2021)-, "Viejos" es una película donde "no hay ni un solo mensaje positivo".

Lo afirman ellos, que se han tirado más de nueve años perfeccionando un guion que empezó a cosquillear mucho antes, desde que Cerezo vio la segunda parte de "Poltergeist", donde el abuelo predicador le hizo pensar "que no había una película del estilo 'Quién puede matar a un niño' (1976) pero con ancianos".

No querían una historia fácil del "abuelo como malo que se rebela", explica Cerezo, y fue la propia vida la que les puso la guinda: se sucedieron "olas de calor, ocurrió la pandemia, y creció el maltrato a los ancianos", añade.

"Queríamos hacer una película crítica, reflexiva y dramática -aporta González- sobre las cosas que han pasado y que han llegado a una dimensión muy grande por azar, por el detonante del covid".

Y hacerla sin renunciar al terror, indica Cerezo.

"Viejos" comienza con una cámara sobrevolando los cráteres de Marte hasta que el foco se abre en un zoom que permite ver que ese paisaje desolado son los detalles microscópicos de la cara de uno de los "Viejos comiendo sopa", una de las pinturas negras de Goya. Toda una pista para lo que le espera al espectador.

"La peli es muy pictórica", explica González, "no solo Goya, también es muy 'Caravaggio', hemos usado su paleta de color para mostrar la luz de ese Madrid caluroso de agosto".

El termómetro sube por minutos. Una anciana se viste con su vestido más bonito, se peina, abre el balcón de su casa recalentada y salta. Tras este suicidio, su viudo (Zorion Aguilar en su primer papel protagonista), su nieta Naia (Paula Gallego) y su hijo Mario (Gustavo Salmerón) tratan de encajar lo sucedido. Pasan los días, y parece que al abuelo se le está yendo la cabeza.

"Ser viejo es un asco, nadie te escucha y todos pasan de ti", dice Naia, la nieta (Paula Gallego) en la película, "un poco a modo de prólogo", detalla González.

Cerezo agrega que su abuelo le confesó que "lo que peor llevaba de ser viejo era ser invisible", y esa invisibilidad fue lo que los cineastas utilizaron para "convertir al anciano en una amenaza vengativa".

"Para nosotros no hay inocentes", precisa González.

"La idea es que estamos haciendo tantas cosas mal -esto entronca con el cambio climático, por ejemplo, apunta- que todo va a reventar y van a pagar justos por pecadores: por eso, ni el bebé que vemos crecer sonriente a través de una ventana tiene opción: a él también le espera la muerte".

"Sabemos que es un mensaje muy muy negativo, pero nos apetecía darlo, a ver si esto despierta alguna gente, queríamos darles un bofetón", apuntan los 'Ferezo'.

En "Viejos" no hay salida. Y como "la letra, con sangre entra", añade Cerezo, "proponemos ver la película, desolarte y pasar miedo, y también ver el modo de cambiar y hacer cosas".

"Buscamos remover estómagos y conciencias", zanja González. "Lo que nos gustaba era la idea de pensar: 'todo se va al carajo, hace calor, hay crisis, no tengo trabajo, qué estamos haciendo mal. Pues el maltrato a los viejos es una de esas cosas que hacemos mal". Entre otras

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