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‘Lejos del mar’: El lado oscuro donde me perdí

Te miré desde el otro lado, el lado oscuro donde me perdí. Vengo de un mundo negro y desolado, donde dejé triste sombra de mí...

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  • Por una historia siempre al filo de la verosimilitud; por un amor loco y políticamente incorrecto; por un vínculo casi contra natura...

Extracto de la hermosa canción homónima, y tema central de esta película, de Javier Ruibal: “Te miré desde el otro lado, el lado oscuro donde me perdí. Vengo de un mundo negro y desolado, donde dejé triste sombra de mí”

Otra anotación. Eloy de la Iglesia (1944-2006), director español comprometido con las libertades y con la causa homosexual,  escribió un extracto de guión para un filme que nunca llegó a rodarse. Se publicó en la extinta revista ‘Contracampo’ y se titulaba, provisionalmente, ‘Galopa y corta el viento’. En él se describían escenas del encuentro y mutua atracción, en Biarritz, entre un joven abertzale y un guardia civil.

Y aún otra más, Fanny Ardant se desmaya cuando vuelve a ver por primera vez a su ex amante Gerard Depardieu, varios años después, en la notable ‘La mujer de al lado’, de François Truffaut. Aquí, en ‘Lejos del mar’, Elena Anaya hace lo propio cuando reconoce al hombre que protagoniza sus pesadillas, Eduard Fernández. Por cierto, ambas tienen finales muy similares.

Porque la que nos ocupa, última propuesta de Imanol Uribe, cosecha del 50, y otra de sus obras con la temática de la violencia, tras ‘La muerte de Mikel’ y ‘Días contados’, entre un largo etcétera, es una obra extremadamente arriesgada. Por una historia siempre al filo de la verosimilitud; por un amor loco y políticamente incorrecto; por un vínculo casi contra natura entre dos personas separadas por todo, pero unidas por el recuerdo indeleble de un hecho atroz que marcó sus vidas. Un hecho atroz, en el que uno fue el ejecutor y la otra, la víctima.

Ya saben, o suponen el argumento. Baste decir que está tratado con una puesta en escena elegante y sugerente, pero que contiene ciertos olvidables trazos gruesos. Que hay silencios y catarsis. Que faltan y sobran cosas. Pero que, a quien esto firma, le ha llegado por su riesgo y por su intensidad. Por su fuerza y por las reflexiones que en ella se generan.

El pasado, que siempre vuelve. Los hechos de sangre, que no solo se purgan en la cárcel. La camaradería. El ángel y el demonio que hay en cada cual. El mal absoluto, frente al bien relativo. La imposible rehabilitación. La dificultad de perdonar y… de olvidar. El resentimiento que vincula. El ojo por ojo, que tampoco vale. La gente muerta en vida que se reconoce y sí, se ama. Fuerte, fuerte, muy fuerte lo que Uribe se ha atrevido felizmente, a hacer -con todas sus carencias y excesos- con un tema tan sensible. ¡¡¡Chapeau!!!

105 minutos de metraje. El guión lo firman conjuntamente el realizador y Daniel Cebrián. La fotografía, estupenda, que mima los paisajes únicos de Cabo de Gata, es de Kalo Berridi. Y la música  -¡¡¡qué canción!!!- ya hemos escrito que se debe al talento de Javier Ruibal.  Elena Anaya y Eduard Fernández están excelentes.

Superen sus prejuicios y reticencias.  Es imperfecta, pasional y valiente. Véanla.

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