Jugar y triunfar en la Champions implica poner toda la carne en el asador y no amilanarse a las primeras de cambio. Y eso, es justamente lo que anoche le ocurrió al Sevilla en Turín.
Bajo un ambiente de fútbol de élite, la Juventus marcó su terreno desde el segundo 1 de juego, frente a un Sevilla totalmente sobrepasado en juego y en físico por los futbolistas juventinos.
Las oportunidades locales, motivadas en su esencia por una presión intensa de los italianos que, sumado al excesivo respeto del conjunto sevillista sobre el césped, casi no dio opción de ataque al cuadro rojiblanco.
Y es que tanto fue el cántaro a la fuente, que en el minuto 40, Morata, de un cabezazo magistral elevándose por encima de Krychowiak y Andreolli, anotaba el primero de la noche sin reacción alguna de Sergio Rico.
El Sevilla, que arrancó con desventaja en el marcador la segunda mitad, llegó a pisar algo más la meta adversaria; si bien su imagen no mejoró lo que debería, pues si la posesión sevillista se incrementó, fue más por el entramado de la Juventus de Turín, que decidió ceder territorio a los de Emery para poder ejecutar un contraataque mortal, tal y como se pudo contemplar en el segundo gol de Zaza, quien solo ante el portero, sentenció sin oposición. La Champions, esta vez, pasó como un rodillo para este Sevilla.
