Artículo de opinión de Quique Pedregal, coordinador de Viva El Puerto
Muchos recordarán a José María Ruiz Mateos vestido de Superman o de presidiario. No tenía que ser Halloween ni Carnaval, ni ná de ná. Y es que hay personas que se disfrazan fuera de época. En esta diversidad de disfrazados, los hay muy sutiles que se pintan dos coloretes en las mejillas. Los hay más sofisticados que buscan a la vecina costurera para que les confeccione un traje a medida. Los hay que se disfrazan solo en fin de año, para celebrar una fiesta especial de aniversario o por gusto de disfrazarse en cualquier comida familiar.
Pero hay un colectivo que se disfraza en SU temporada alta.
A sus integrantes no puede faltarles la corbata con dibujitos simétricos y alusivos a “sus cosas”, ni los gemelos a juego en color o en temática. A veces se mezclan símbolos de otros ámbitos como el taurino, el patriótico o el floral. El color es otro indispensable, con tonos y matices de la propia organización a la que se pertenece, que eso une mucho.
No olvidemos el pin, insignia preferiblemente dorada, y las pulseritas de tela, cuantas más mejor. Últimamente, también marcan su territorio con tatuajes. Y el remate, que no puede faltar, es el pañuelo en forma de pico en el bolsillo de la chaqueta. Pues de estos, hay cantidades ingentes que se disfrazan sin saber que van disfrazados, llevando una vida que parece ser parte de un gran espectáculo social, donde cada uno juega su papel sin ser del todo consciente de ello.
En este punto, me gustaría terminar con esta frase de Balzac: “El bruto se cubre, el rico se adorna, el fatuo se disfraza, el elegante se viste”.