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Linneo y el sexo de las flores

Es de imaginar que los radicales de aquel tiempo para hacerse oír habrían tomado una caravana para recorrer los caminos del suelo patrio

Carlos Linneo fue un sueco metódico y sistemático de la primera mitad del siglo XVIII. Tras estudiar miles de plantas propuso un sistema para clasificarlas. Para ello partió de la base de la sexualidad de las flores, de cómo se repartían y ordenaban sobre un tálamo los estambres u órganos masculinos y los pistilos u órganos femeninos. Aquel sistema de clasificar las plantas era tan nemotécnico que rápidamente se aceptó y extendió a nivel científico, estando vigente tres siglos después.

Pero el sistema de Linneo no convenció a todos. Qué reconociera que en la naturaleza de la flor se diese el hermafroditismo, los dos sexos en una misma flor, o la poligamia, muchos estambres masculinos para un solo pistilo femenino, no fue muy bien acogido por la más irracional y dogmática parte de la sociedad que veían en la propuesta un sistema sucio, una aborrecible prostitución como proclamaron sus detractores. A pesar de que Linneo era de una intachable religiosidad, un creacionista militante, los argumentos contrarios  se centraron en demostrar que eran trampas de la divinidad para poner en evidencia las mentes promiscuase indecentes.Antonio Paláu, uno de los pocos coetáneos valedores en nuestro país de la propuesta linneana recordaba por entonces que no hay cosa que se oponga tanto al progreso de las Facultades y Artes, como la ignorancia de sus principios.

Es de imaginar que los radicales de aquel tiempo para hacerse oír habrían tomado una caravana para recorrer los caminos del suelo patrio y extender el mensaje de que las flores no tendrían sexualidad, que solo son caprichos de la naturaleza para amenizar nuestros campos. Merece la pena reflexionar como tres siglos después siguen existiendo los mismos recalcitrantes retrógrados que, sin necesidad de abdicar a sus principios religiosos, siguen negando las evidencias más contundentes de nuestra naturaleza. Afortunadamente  al mostrar su ignorancia consiguen el efecto contrario. Al igual que en el caso de Linneo, las radicales y vacuas manifestaciones tan solo sirvieron para extender más su sistema y en consecuencia ser más aceptada la compleja  sexualidad de las flores. En la naturaleza no todo son peras o manzanas, existe tal diversidad sexual que sin ella hubiese sido imposible el progreso, la evolución.

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