Durante su intervención ante la comisión de investigación sobre la guerra de Irak, Brown –entonces ministro de Finanzas– también negó categóricamente que escatimara gastos para cubrir las necesidades del Ejército.
Tal y como ocurriera con el ex premier Tony Blair el pasado enero, ayer tampoco hubo lugar para el arrepentimiento durante las más de cuatro horas de intervención del jefe del Ejecutivo ante la llamada comisión Chilcot.
Como responsable de las arcas británicas durante una invasión cuyo pretexto fue hallar unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, Brown tuvo que dar cuentas de manera exhaustiva sobre dos asuntos que aún suscitan numerosos interrogantes.
El primero, las supuestas restricciones que impuso a las partidas presupuestarias destinadas a las fuerzas militares británicas y, el segundo, su grado de implicación en la decisión política de involucrar a este país en una guerra para derrocar por la fuerza el régimen de Sadam Husein.
Brown, quien siempre ha querido distanciarse del llamado “núcleo duro” del Gobierno de Blair, el que apoyó a Estados Unidos para atacar Irak, no pestañeó al tildar de “correcta” dicha decisión y afirmar que se tomó por “razones adecuadas”.
Si bien reiteró que él siempre contempló la intervención militar como un “último recurso” una vez agotadas las vías diplomáticas, en ningún momento eludió su responsabilidad en la gestación del conflicto.
Defendió la gestión hecha por su antecesor Blair y aseguró que el gabinete de ministros fue “bien informado” de los pasos previos a la guerra, aunque dejó claro que no estuvo presente “en todas las reuniones” y que su papel se ciñó esencialmente a mediar en los asuntos económicos.
“Todo lo que hizo Tony Blair durante ese periodo lo hizo de la manera adecuada, y a mí se me proporcionó toda la información que necesitaba para tomar mis decisiones”, subrayó.
Tras ser asesorado por el entonces fiscal general del Estado lord Goldsmith, quedó convencido de que Irak suponía una “amenaza”, así como de la “legalidad” de la guerra, explicó Gordon Brown, quien también se apoyó en informes de los servicios de inteligencia.
En cuanto al otro gran tema de su comparecencia, los supuestos recortes económicos al equipamiento militar, Brown negó rotundamente que su cartera escatimara en gastos para afrontar un conflicto bélico.
A este respecto, aludió a las reuniones que mantuvo en junio de 2002 para hablar de los preparativos de una posible operación militar con el entonces ministro de Defensa, Geoff Hoon, enemigo político de Brown dentro del laborismo.
Se refería así Brown a los documentos publicados por diversos medios que señalan que bloqueó varias partidas para el envío adicional de helicópteros a Irak y Afganistán, lo que supuestamente expuso a una situación de mayor riesgo a las tropas británicas.
“Respondimos a cada petición de equipamiento militar hecha por los responsables militares. No se les negó ninguna de ellas”, aseveró el “premier”, que fue muy rotundo en este tema.
Sin embargo, aclaró que no dependió de él “tomar las decisiones militares sobre el terreno acerca del empleo de un tipo particular de vehículos”, en respuesta a los que criticaron la utilización de Snatch Land Rovers por considerarlos poco seguros.