Bastantes sabios, escritores insignes y filósofos destacados en su época, murieron y el tiempo hace que poco a poco se les vaya olvidando, sonando cada vez menos en el oído de personas más o menos cultas, como fueron Sócrates, Platón, Edison y Fleming entre otros muchos, que se podría decir cientos y miles de ellos, personajes que en el transcurso del tiempo, sin deber ser así, nos van pareciendo menos importantes, y que las nuevas generaciones les conocen solamente por oídas o si los tuvieron que estudiar de alguna manera. Seres que desaparecieron de este mundo y que están en los diccionarios y en las enciclopedias. ¿Cuántos jóvenes de ahora, aunque tengan una cultura media, saben quiénes fueron Saladino, Atila, Nabucodonosor o Alejandro Magno, por citar a algunos de esos personajes históricos?
Los seres humanos pasamos por el mundo cronometrados, con una etiqueta de caducidad borrosa, mientras el hombre –hombres y mujeres, claro está– va envejeciendo en el cuerpo y en la mente. Y el ser humano inteligente por la gracia de Dios va avanzando en la vida, sacando consecuencias y transformando lo que ya está creado, puesto que realmente no somos creadores de nada, todo está establecido, todo está en la tierra, mar y el cielo, lo que hacemos es transformar las materias, aprendiendo de las aves para la navegación aérea, del murciélago para el radar, de la navegación marítima por leyes físicas establecidas, pero crear nada, todo está aquí otorgado por Dios Creador.
El ser humano, en su inteligencia limitada, aunque todavía nos falte para llegar a esas situaciones finales, continúa sin comprender muchas de las cosas existentes, amparándose solamente en las leyes físicas, no comprendiendo bien por qué están en equilibrio los astros, ni sabe qué es y en dónde está el infinito, tampoco comprendemos que existan millones y millones de estrellas, sin ninguna aparente misión y miles y millones de cosas más que no reflexionamos sobre ellas, aceptándolas en los avances técnicos solamente porque lo vemos y oímos. El mundo es un gran misterio y nosotros los hombres, engreídos por ciertos resultados, creemos que lo sabemos todo o casi todo. Y cuando el ser humano se dé cuenta de la verdadera grandeza del Universo y se preocupe más por lo espiritual, con el convencimiento de que lo material es sólo un medio de vida en este mundo, entonces habremos dado un paso de gigante.
Dios le dio al hombre el libre albedrío, para que en su intelecto se comportara según le dictase la conciencia, siendo siempre responsable de sus actos, porque de lo contrario, si todo estuviese escrito, y cada uno de los hombre se comportase como Dios quisiera, los hombres y mujeres no tendríamos responsabilidades algunas, ya que actuábamos como el Creador nos obligaba a hacerlo, y era entonces cuando el hombre siendo más bien un robot que un ser inteligente, no tendría méritos ni culpas en sus decisiones. Y eso no es así, porque los creyentes aceptamos que se nos premiará o castigará según nuestros comportamientos, pudiéndonos arrepentir siempre, cuando actuemos mal, porque somos pecadores, lo que no aceptan los no creyentes dentro de su filosofía, y yo, respetando su falta de fe que no comparto, ni su manera de pensar, digo que allá ellos.