Todo empezó en octubre, cuando Mill decidió apuntarse a un curso de repostería de tartas foundant, una pasta muy moldeable que permite convertir en dulce casi cualquier idea. La primera tarta que hizo Mill “salió horrible”, según explica. Pero, poco a poco, su destreza con las tartas fue mejorando y así también la cara de sorpresa de sus amigos. “La gente en los cumpleaños me decía que si le podía hacer tartas y me pedían el teléfono”. De esta forma comenzaron los encargos y el boca a boca se fue extendiendo. En estos meses Mill ha hecho ya unas 70 tartas.
Las redes sociales también han servido de herramienta a Lidia para difundir ‘Tartas Mill’, que es como ha bautizado a este proyecto, con perfil en Facebook y un blog: tartas-mill.blogspot.com. “Ahora estoy ahorrando para poner en marcha un negocio, ya de forma profesional”, según Mill, para la que “cada nueva petición es un reto, pero ya me atrevo con todo”. La petición más extraña fue la de la nave de Star Wars.
Mill está “encantada” con el mundo de las tartas personalizadas y, para ella, “lo más gratificante es la cara de sorpresa que pone la gente”, asegura. Incluso en una ocasión una chica se negó a cortar el pastel porque le daba pena comérsela.