José Rico Pavés se hizo cargo de la Diócesis de Asidonia-Jerez en julio de 2021. En algo más de año y medio como ya parece conocer en profundidad el territorio que le fue encomendado, al que ha llegado en un periodo especialmente complejo y plagado de incertidumbres.
Año y medio ya de obispo de Jerez… Recuerdo que hace justo un año comentaba que sus primeros meses le debían servir para conocer la diócesis. ¿Conoce ya todo lo que quería conocer?
–Me faltan algunos lugares por celebrar en la Sierra, porque los he visitado pero no he celebrado, y en Jerez queda alguna iglesia o parroquia en la que tampoco he estado. Pero creo que en este tiempo ya me he hecho una visión de conjunto y eso se ha traducido en algunas disposiciones que tienen como objetivo recoger todo el bien que se ha hecho años atrás y darle un nuevo impulso con la orientación que la Iglesia nos está pidiendo a nivel universal, que es ponerlo todo en clave de evangelización.
Y ahora ya con más conocimiento de causa, ¿cómo ve a la diócesis?
–Con grandes fortalezas, entre las que destacaría la transmisión de la fe en la familia en ámbitos tradicionalmente aptos para ello. Pero también observo las dificultades propias que encontramos en cualquier sitio de la vieja Europa, como son la secularización creciente o la pretensión cada vez más fuerte de quitar de los espacios públicos las manifestaciones de fe. También hay situaciones dolorosas que afectan a las familias y que tienen consecuencias dramáticas para los hijos… En muchas cosas no nos distinguimos del resto de diócesis españolas, pero tenemos fortalezas que debemos seguir cuidando para que el tesoro de la fe siga alumbrando a muchas generaciones.
Afortunadamente parece que dimos carpetazo a la pandemia, pero este año pasado nos ha traído inflación y una gran incertidumbre generada por la invasión de Ucrania. Cáritas ha alertado ya de que tener empleo no garantiza estar a salvo de la exclusión social… ¿Cómo ve la realidad social que se está dibujando en Jerez y su entorno?
–El panorama es preocupante porque nos encontramos con situaciones que van a generar mayor pobreza, la capacidad para responder a ellas se ha puesto muy a prueba durante la pandemia y no en todos los casos queda la suficiente energía como volver a salir al paso de estas situaciones de precariedad. Doy gracias a Dios por tener la presencia en la diócesis de las hermanas de la Cruz, porque nos ayudan a abrir los ojos a la realidad más escondida, la de aquellos que ni siquiera se atreven a acudir a Cáritas, que existen. Debemos ponerles nombres y rostros y ojalá tengamos capacidad para compartir sus momentos de debilidad, porque cuando uno sufre, todos sufrimos.
En 2021 se atendió desde la diócesis a unas 80.000 personas y en la mitad de los casos se actuó para mitigar situaciones de pobreza. Sin embargo, se extiende la idea de que no estamos en crisis porque esta Navidad hemos visto los centros comerciales o los bares llenos. ¿Esa sociedad de consumo puede estar ocultando esa realidad de la que hablaba?
–Sin duda. Vivimos momentos en los que mediante actos extraordinarios queremos disimular lo que ordinariamente estamos padeciendo, pero sí que hay sufrimiento, y grande. Ojalá sepamos reaccionar. Es verdad que estas situaciones de eclosión en el consumo o en el modo de celebrar responden también a la contención de los años de pandemia, pero no deben ocultar que hay una situación de pobreza emergente y preocupante.
El Obispado se está quedando sin vecinos… Estos últimos meses se ha cerrado la venta de la antigua Comisaría a un grupo hotelero. ¿Le preocupa que el centro histórico de Jerez empiece a estar prácticamente ocupado por hoteles y apartamentos turísticos?
–He vivido doce años en el casco histórico de Toledo, en la parroquia de Santo Tomé, y he sufrido algo parecido. No quisiera estar en el papel de los que tienen que gestionar la cosa publica, porque no es fácil. Muchas veces las ayudas europeas a las rehabilitaciones de los centros históricos están condicionadas a que se peatonalicen zonas que están habitadas y si no hay alternativas para el paso de vehículos, para aparcar… se genera un problema. Pero también es una oportunidad. En los años que estuve en Toledo comprobé cómo la feligresía estable disminuía pero crecía otra feligresía ocasional, receptiva a conocer la cultura de la ciudad. Pues creo que también para Jerez se abre esta oportunidad. Podemos ser más universales si somos capaces de canalizar esa oferta turística hacia una mayor sensibilidad hacia los más necesitados… Y luego que el visitante no solo se lleve una imagen agradable de la ciudad, sino que reciba un mensaje que le pueda tocar el corazón. Desde el punto de vista de la fe es un reto fundamental. En términos evangelizadores, la mayoría del patrimonio que tenemos en Europa es de carácter eclesiástico. Es una oportunidad para evangelizar, porque no tenemos que ir a los alejados, sino que son muchos los que vienen y movidos simplemente por la curiosidad preguntan a qué responde este edificio… Si aprovechamos esa cuestión para dar razón de nuestra fe, pues bendito sea dios.
Acabamos de despedir a Benedicto XVI. ¿Qué destacaría de su pontificado y de su labor como pastor de la Iglesia?
–Llevo con orgullo haber sido el último obispo que él nombró para España y el lema episcopal que elegí quiere tomar una de las motivaciones que le llevaron a convocar el Año de la Fe: recuperar la alegría de creer. Subrayaría su preocupación por la fe de los sencillos. Me ha sorprendido la su sencillez de su testamento espiritual, donde muestra el aprecio que tenía a la fe recibida en su casa, él que ha sido Papa, gran teólogo y responsable de la congregación para la doctrina de la fe, pero que a pesar de todo eso da gracias a Dios sobre todo por la fe que recibió de sus padres. En momentos dificultad como Papa o teólogo, siempre mantuvo que esa fe sencilla recibida de sus padres es lo que le ha dado tranquilidad. Creo que es una lección fundamental para las familias cristianas. Ha sido el Papa protector de la fe de los sencillos.
La coexistencia de dos pontífices vivos parece haber generado estos últimos años cierta ‘división’ en el seno de la Iglesia, donde por un lado estaban los partidarios de Benedicto y por otro los del papa Francisco. ¿Entiende esas actitudes?
–Lo entiendo desde la condición humana. Es inevitable que nos sintamos más cercanos a un Papa o a otro, lo mismo ocurre cuando un club deportivo cambia de presidente o se cambia al obispo. Pero si algo están transmitiendo con insistencia tanto Benedicto como el Papa francisco es la idea de continuidad. Por más que existan diferencias legítimas de acentos hay una continuidad fundamental en la misión que saben han recibido del Señor a favor de la Iglesia y del mundo.
¿Le preocupa que vivamos en una sociedad cada día más polarizada donde cada vez resulte más difícil alcanzar consensos?
–Claro que preocupa. En el Concilio hay una expresión que me gusta recordar, cuando se habla del drama de las guerras; y nos encontramos en una situación que hace un año no imaginábamos. El Concilio recuerda que en el origen de toda contienda hay siempre un corazón dividido, no reconciliado. Por eso sigue siendo siempre actual la tarea evangelizadora, porque llevar el Evangelio significa antes que nada poner paz en el corazón, en la relación con Dios, con uno mismo, con los demás y con el resto de la creación. Si esa paz de verdad anida en el corazón van desapareciendo las contiendas. Si por el contrario, de dramas personales, generamos situaciones de conflicto, pues todo empeora. Entonces, ¿por dónde empezar? Pues siempre por poner paz en el corazón, por dejarnos reconciliar con Dios. Esta es la tarea siempre nueva que tenemos que transmitir.
Ahora entramos en un ciclo electoral que tiene su primera cita en las elecciones municipales del próximo mes de mayo. ¿Qué pide a los políticos de uno y otro signo?
–Siempre les agradezco su vocación y servicio, por lo que supone de desprendimiento, de renuncia de comodidades, de estar tranquilamente con la familia, el servicio y atención a los demás… Eso no se descubre hasta que no se realiza esa tarea. Así que en primer lugar muestro mi agradecimiento a quienes por verdadera vocación se dedican a la gestión publica y luego, aunque los lenguajes son parecidos, a nivel eclesial no hemos abandonado el lenguaje que habla del bien común, no simplemente del interés general. El interés general es fácilmente manipulable. Podemos conseguir que una cosa sea de interés o no si sabemos utilizar las estrategias de comunicación adecuadas, pero el bien común es otra cosa, es lo que tiene que ver realmente con el interés de las personas por lo que ellas son. A los políticos les pido que preocupándose del interés general que cada uno percibe desde su propio partido, no abandonen nunca el bien común, que tengan siempre presente el bien personal de cada uno de aquellos a los que sus decisiones van a afectar.
Abordemos ahora cuestiones propias de la diócesis. El balance económico de 2021 se cerró con un superávit que permitió enjugar las pérdidas acumuladas en 2020, que fue un año especialmente complicado. ¿Cómo ha transcurrido 2022 y cuáles son las previsiones para 2023?
–Siempre se procura que coincidan ingresos y gastos y en este sentido tenemos un equipo económico bastante bueno que ha hecho un esfuerzo importante. Hay que tener en cuenta que Cáritas no agota la actividad social que se realiza desde la Iglesia, porque en plena pandemia se puso en marcha un economato como una manera de ayudar a las familias de una forma más digna y con un tipo de comercio más ventajoso, pero eso requiere un esfuerzo. Además, siempre tenemos una partida gravosa que tiene que ver con la conservación del patrimonio o la construcción de nuevos templos.
El equipo económico funciona bastante bien, pero también tenemos parece que hay un buen equipo en el Seminario. No se quejará del volumen de vocaciones que se genera en la diócesis…
–Objetivamente necesitaríamos más, pero es cierto que en comparación con otras diócesis hemos sido bendecidos. Ahora tengo muchísima confianza en el Encuentro Mundial de la Juventud de Lisboa, porque esos encuentros ayudan a muchos jóvenes a abrir su corazón a la voluntad del Señor. Las vocaciones que nutren al Seminario van llegando desde diferentes ámbitos, y esa es una de las fortalezas de esta diócesis, porque en otros lugares llegan desde movimientos muy concretos. Tenemos un movimiento juvenil cofrade importante, vinculado también a otras realidades eclesiales nuevas, que están haciendo mucho bien. El Seminario está bien, pero siempre queremos que vaya mejor.
Ha hecho referencia al coste que tiene el mantenimiento del patrimonio heredado durante tantos siglos. ¿En qué estado se encuentra el monasterio de la Cartuja?
–Cuando la Cartuja pasó a ser gestionada por la diócesis hubo un compromiso de garantizar su mantenimiento, a nivel de ritmo cotidiano, de lo que se fuera necesitando para uso ordinario. Desde que llegaron las hermanas de Belén y la diócesis asumió el cuidado del monasterio, hemos invertido más de 1,5 millones de euros, con independencia de lo que las hermanas también consiguen. La situación es preocupante y repasando la documentación de la que disponemos también es fácil señalar el origen, que tiene que ver con la liberalización de la autopista. Esa circunstancia ha provocado que transcurra junto a la Cartuja un tráfico pesado más frecuente. Tenemos estudios que indican que efectivamente desde que existe este tráfico la Cartuja está sufriendo mucho más y a un ritmo mucho más acelerado que en siglos, no en años. Esto requiere de que todos nos pongamos un poco las pilas para ver cómo conseguimos garantizar la conservación del monasterio. Si entre todos no nos ponemos de acuerdo para conservar nuestro patrimonio difícilmente vamos a sostener aquello. Como estaba bien la Cartuja era cuando estaban los cartujos antes de la Desamortización. Los problemas actuales tienen que ver con aquella decisión, en la que además de arrebatar un patrimonio se expulsa a una comunidad. Cuando regresaron los cartujos, el deterioro en muchos casos era ya irreparable.
Se viene demandando una mayor apertura del monasterio a los visitantes. Es un asunto que lleva años en el debate político y que incluso parece haber retomado una plataforma ciudadana. ¿Se está trabajando en este sentido?
–Estas peticiones son razonables. El principio que sostiene a una comunidad religiosa ahí es que el edificio mantenga el uso para el que fue construido, y eso gracias a Dios y una vez que los monjes cartujos ya no están se ha podido mantener con las hermanas de Belén. En este tiempo se han ido dando pasos para el tema de las visitas. La Junta tiene regulado el tipo de visita que se puede hacer de un espacio que está dedicado fundamentalmente al culto cuando hay una comunidad viviendo allí. Justo antes de la pandemia ya se había trabajado para ampliar la zona de entrada, con una pequeña exposición… También hemos llegado a un acuerdo con el grupo editorial SM para la preparación de una visita virtual completa a toda la Cartuja. Entonces, ese espacio de entrada se va a hacer más grande y luego se podrá visitar lo que se puede visitar cuando uno va a una comunidad monástica. Si uno quiere de verdad conocer la Cartuja, lo que tiene que hacer es solicitar ir de retiro a la hospedería externa. Ahí evidentemente se ve más. Y si uno de verdad quiere visitar la Cartuja del todo que se haga hermana de Belén, este es el camino. El principio es el de respetar el edificio para el fin para el que fue construido, porque a todos nos gustaría ver una sala de operaciones de un hospital, pero evidentemente incluso en los edificios públicos hay zonas que son de acceso privado. Pues lo mismo pasa en un edificio de un valor histórico extraordinario.
¿Hay posibilidad de retomar las obras de la Casa del Deán, que nos podrían dar muchas pistas sobre el origen de la Catedral actual?
–Se ha presentado un proyecto para que esa restauración, dado el vínculo que tiene el edificio con la propia Catedral, pueda beneficiarse del Plan de Catedrales. Si consiguiéramos esa ayuda de la administración pública, que tendríamos que completar desde la propia diócesis, podríamos retomar estos trabajos. Parece que en marzo sabremos si vamos a contar con esa ayuda. Si se recuperase el edificio lo destinaríamos a uso cultural, porque nos permitiría ampliar el archivo histórico, habilitar una sala de exposiciones e incluso si hubiera espacio programar estudios teológicos.