Lo que menos necesita el mercado, y mucho menos los ciudadanos, es que el ministro de Industria se dedique a prometer y vaticinar precios que no dependen de él. Miguel Sebastián apareció ayer en televisión para decirle a los españoles que en enero iba a bajar el precio del gas natural, uno de los productos básicos que más ha subido en los últimos años. También dijo que si se mantenía la evolución actual del petróleo y el euro, el gasóil se pagará de nuevo por debajo del euro y, seguramente, la gasolina también. Es más, se atrevió a cuantificar las bajadas en un 24% para el gasóleo y un 20% para la gasolina. Hay que recordar que en verano se vivió una circunstacia semejante y se anunciaron bajadas espectaculares en los combustibles. Hoy los consumidores siguen preguntándose dónde están esas rebajas. Pero también se ha referido Sebastián a competencias sobre las que no tiene mando. Por ejemplo, dice que los precios de las aerolíneas bajarán también porque reducirán los costes al abrirse los pasillos aéreos reservados para el Ejército. Eso significa que los vuelos comerciales pueden utilizar rutas más directas, ahorrando combustible y contaminando menos. Se supone que esta concesión que debe hacer su compañera Carme Chacón a Magdalena Álvarez conllevará una reducción de precios por parte de las aerolíneas. Y eso no es una suposición para Sebastián, sino que parece que lo toma como un hecho. Es de esperar que todo lo que Sebastián da por sentado sea verdad. Se pagará menos por el gas natural, bajará el gasóleo y la gasolina, bajarán las hipotecas y los billetes de avión. Sin embargo, y eso lo han aprendido rápido los ciudadanos, los alardes en público con la economía como protagonista no son los platos fuertes de este Gobierno, que hace sólo dos meses seguía negando la crisis. Nadie confía en un Ejecutivo que sólo ha tomado medidas para salvar de la quiebra a los bancos y que no ha hecho nada durante años. España no se salvará porque lo diga un político en televisión, sino porque existan medidas correctoras. Y no las hay. Sebastián debe olvidarse de ser un ministro de declaraciones e intenciones y empezar a serlo de decisiones. Aunque si lo más que va a hacer es quitarse la corbata en verano, ya sabemos su solución para el invierno: dos corbatas.