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“No soy una víctima, soy luchadora y superviviente”

Cuando María tuvo el valor de romper con la espiral de violencia de su matrimonio “las pasó canutas”, pero decidió mantenerse firme y plantar cara a su agresor. No estuvo sola, y reconoce que sin apoyo no habría salido del maltrato

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  • María en su negocio

Empaqueta cajas mientras sostiene el teléfono con el hombro, tranquiliza a su perrita, que se ha puesto nerviosa al escuchar el timbre de la puerta, va corriendo, abre, y sigue hablando por teléfono: “es mi madre, se pone muy nerviosa cuando me escucha hablar de este tema. Pero yo siempre le digo a ella que no tengo que esconderme. ¡No soy una apestada! Ni soy la única. Soy una luchadora que ha sobrevivido”, explica María casi sin dar respiro.
Tiene 45 años y le “encanta decir la edad”, porque no han sido años vacíos. Los ha llenado de lucha, de plantar cara y ser firme. Y también de solidaridad, porque cuando “salió”, empezó a colaborar como volunaria con otras mujeres en víctimas de la violencia machista, y con otras ONG. María también puede presumir de que en sus 45 años ha tenido el arrojo no solo para “ser una leona y una rebelde”, sino para montar su propio negocio. “El pasado 7 de octubre cumplimos un año en Shoopy, que está en Vistahermosa, en El Puerto”. No estuvo sola: “pude poner en marcha mi negocio gracias a un microcrédito de la Fundación Ana Bella. Era poco dinero, pero me sirvió mucho y no me pidieron papeles, solo la confianza que Ana Bella me dio. Ella respondía por mí”.
Así habla María de Ana Bella, alma máter de la fundación que lleva su nombre y que lleva desde 2002 ayudando a mujeres ‘supervivientes’ de la violencia psicológica y física a salir del círculo del maltrato, a ser autosuficientes, y a ‘empoderarlas’. “En Ana Bella apoyan a las mujeres. Lo sé porque lo he visto”, asegura. “Cuando una mujer llega pidiendo ayuda, llega muchas veces sin atreverse a levantar la voz y con la curiosidad de si la fundación podrá ayudarlas de verdad. Y se dan cuenta de que sí. Allí encuentran apoyo psicológico, asesoría jurídica, laboral y económica”.
La empatía es lo que necesita una mujer que “quiere salir”, porque, según explica María, “no se trata solo de que las escuches, sino de que las entiendas y de que sepas que lo que ellas te cuentan también lo has vivido tú”.
Las heridas no son el único indicio de que una mujer está sufriendo violencia por su pareja sentimental: “el maltrato psicológico no se ve, no hay heridas, pero está ahí”. Su seña más visible es que “te anula el carácter. Yo quedé hecha un trapo, cuando siempre he sido una leona”.
El maltratador lo tiene fácil cuando aisla a su víctima, cuando la saca de su contexto social de referencia. En el caso de María, sevillana de nacimiento, se fue a vivir a Valencia al casarse, y se vio sola en una ciudad que no conocía. “Estaba muy enamorada de él y por eso me fui. Pero por suerte siempre he sido muy extrovertida y, aun estando mal, siempre he tenido una amiga, un hombro para llorar”.
Hace ya 13 años desde que se separó, con dos hijos y embarazada del tercero. “Me callé durante mucho tiempo por miedo a llegar a una situación de indefensión, pero cuando di el paso y vi que ya estaba así y que no tenía nada más que perder, tiré para adelante”.
Cuenta que no fue fácil porque “el chantaje emocional, la manipulación y los insultos fueron continuos”, y que tomó la decisión de separarse como “un escarmiento” hacia el que ahora es su ex marido. “Pensaba que si le planteaba la separación, cambiaría, pero no fue así. Solo conseguí que me engañara y llevara una doble vida. Entonces me di cuenta de que era irreversible y pedí el divorcio”.
Y el maltrato no lo sufrió solo ella, también sus tres hijos, que hoy tienen 19,17 y 14 años. “Aunque los niños eran muy pequeños y no recuerdan muchas cosas, sí es verdad que han sufrido el machaque continuo de su padre ridiculizando a su madre, aislándola, chantajeándola”. Temió por ellos: me llamaron muchas veces del colegio de los niños diciéndome que su padre no había ido a buscarlos cuando a él le tocaba el turno de visitas. Hasta que un día el director me dijo que si los niños volvián a quedarse solos en el colegio por culpa de su padre, llamaría a los servicios sociales. No quería que mis hijos pasaran por esa situación, con policías por medio y todo, así que cuando conseguí el divorcio, pedí cambiar el régimen de visitas”.
Su vida ha dado un giro de 180 grados: “hace cinco años que estoy con una persona maravillosa que me quiere y quiere a mis hijos”. Y afirma con rotundidad: “quiero que las mujeres sepan que se sale, que confíen y que no callen. Merecen ser felices”.

Fundación Ana Bella, luz de la oscuridad

 En nuestro país, una de cada tres mujeres sufre, ha sufrido o sufrirá a lo largo de su vida algún episodio o situación de violencia física, psicológica, económica, social o estructural por el hecho de ser mujer.
Solo el 27 % de las mujeres víctimas de violencia de género, aquella que se da por parte de la pareja o ex pareja sentimental de la mujer, denuncia la situación. El resto permanece en un silencio que las invisibiliza de cara a la sociedad y a la Administración.  Tan necesario como la denuncia es el apoyo, por parte de los poderes públicos con medidas de igualdad y apoyo a mujeres maltratadas, como por parte de organizaciones que, como la Fundación Ana Bella, ayudan a esas mujeres invisibles que no denuncian. Ana Bella Estévez, superviviente a 11 años de maltrato en los que llegó a temer por su vida, denunció, salió resurgió y fundó en 2002 la Fundación Ana Bella, que ofrece herramientas psicológicas para que la mujer pueda ser artífice de su propio cambio, así como asesoría económica y laboral, porque “la independencia económica es muy importante para que una mujer pueda seguir adelante sola”, explican desde la Fundación.

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