A Edison Sisneros, ecuatoriano afincado en Jerez desde hace más de seis años, tras dejar su país y emigrar a España una década antes, una llamada telefónica de su hija desde Ibarra, la ciudad ecuatoriana en la que reside, a la media hora de que se registrara el terremoto, le liberó de la temida incertidumbre de no saber cómo estaban los suyos. “Me enteré por ella, no había visto la televisión ni nadie me había dicho nada, pero llamó inmediatamente a casa para decirnos que ella, su marido y mis tres nietos estaban bien”, relata a este periódico. Rápidamente, Edison contactó también con sus padres y sus hermanos y otros dos nietos suyos que tiene en la misma localidad para asegurarse de que se encontraban bien “y me quedé tranquilo”, cuenta aliviado.
Afortunadamente, sus familiares y allegados a los que dejó en Ecuador cuando se marchó con su esposa y dos hijos suyos para empezar una nueva vida residen en Ibarra, a unos 400 kilómetros de la zona costera más afectada, y aunque debido a los 7,8 grados de magnitud del terremoto sintieron y mucho los temblores, sus casas no han sufrido daños. “En la parte más afectada no conozco a nadie porque además ni siquiera he estado allí”, explica, lo que no quita que su hija lo esté pasando mal y esté notando el desánimo de su país, donde ya se han registrado más de 400 réplicas desde el sábado, y la última cifra oficial de fallecidos se eleva a 525 personas. “Ya está haciendo vida normal, pero los dos primeros días no ha dormido en casa porque estaba asustada. Como ella hay mucha gente preocupada porque los temblores se vuelvan a repetir”.
En su caso, es incapaz de ver las imágenes de televisión de las labores de rescate o la tragedia en sí, ni quiere que le den detalles, porque lo pasa realmente mal. “No me gusta ver eso; lo que más pena me da es ver a los niños pequeños que se han quedado sin sus padres”, señala. Por eso, ya se ha ofrecido a su hija para ayudar desde Jerez “en lo que haga falta” porque le consta que están reclamando alimentos como “arroz y azúcar” .
Arropado por sus clientes
Lo que sí ha percibido también desde el sábado es el cariño y la solidaridad de los vecinos de El Paquete, donde regenta una tienda de ultramarinos, así como de clientes asiduos interesándose por los suyos. “Sí, sí, muchos me han preguntado estos días si mi gente estaba bien”, admite.
Según explica, la comunidad ecuatoriana en Jerez es bastante reducida, y en el último censo que vio no superaba las 70 personas, de las cuales Edison conoce a unas veinte, con las que se reúne una o dos veces al mes para hacer convivencias, organizar almuerzos y pasar un buen rato. Pertenece a la Asociación de Inmigrantes Latinoamericanos de Andalucía (AILA) de Jerez, donde también hay ciudadanos de Bolivia, Perú y otras ciudades latinomericanas y con la que aún no ha contactado para saber si van a organizar alguna campaña de recogida de alimentos. A lo largo de su vida ha vivido dos terremotos graves en su país, y recuerda perfectamente las “casas caídas” por eso sabe que no pueden dar la espalda a estas tragedias. La última vez que fue a Ecuador fue hace dos años. Quiere regresar. Lo tiene claro, pero de visita, porque asegura que su vida y la de su familia “está ya aquí”.