Cientos de inmigrantes continúan año tras año intentando llegar a las costas españolas en busca de una vida mejor, arriesgando sus vidas en frágiles embarcaciones y siendo, en la práctica totalidad de los casos, interceptados por los cuerpos y fuerzas de seguridad. Su destino, en la mayoría de los casos, es el dictado de una orden de expulsión, y su reclusión en un centro de internamiento, ahora por 40 días, pronto por 60.
Sin embargo, la lentitud de la burocracia y la falta de acuerdos con los países de origen de estas personas motivan que los indocumentados, en muchos casos mujeres y niños, se queden en la calle, desamparados y sin papeles. Cruz Roja entra en acción en este momento para dar cobijo y esperanza a este colectivo de inmigrantes, atendiendo sus necesidades más primarias y proporcionándoles herramientas para desenvolverse en la sociedad española.
Sonia Roldán es directora de este centro, ubicado en Los Pinos, al pie de la autovía A-7. La iniciativa comenzó a andar en febrero de 2007, y tiene capacidad para albergar a unos 40 extranjeros de diversa procedencia, en su mayoría subsaharianos. Al lado de la responsable del recinto trabajan, asimismo, cinco educadores sociales, una mediadora capaz de comunicarse con los indocumentados que llegan sin hablar una palabra de español, y una persona en Administración.
Servicios
Los inmigrantes que recalan en el centro de acogida de Cruz Roja reciben dos tipos diferenciados de atención social en el centro: de emergencia y humanitaria. En el primero de los dos casos, se acoge a los inmigrantes que, recién llegados de los cayucos y los centros de internamiento necesitan atención inmediata. El plazo de esta primera atención es de 15 días, pasados los cuales se entra en la categoría de atención humanitaria, que puede llegar a prolongarse legalmente hasta una duración de un año.
Este último caso está prácticamente reservado a mujeres y niños de corta edad. Los hombres, en su mayoría, se buscan la vida transcurridos los primeros 15 días, quedando reservado este servicio a sus compañeras e infantes, que sufren de una mayor indefensión más allá de los límites del centro de acogida.
Dos de tres plantas del inmueble de Los Pinos están dedicadas a este servicio. En el primer piso, se encuentra la recepción, un aula de formación, la sala de estar -muy amplia-, el comedor y la cocina. En la segunda planta, se hallan las habitaciones y la lavandería.
Durante su estancia en el recinto, los inmigrantes reciben formación específica a través de talleres de castellano y otras iniciativas educativas concertadas con la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. La mayoría de estas actividades se desarrollan por la mañana.
En horario vespertino, se suele ofrecer a estas personas actividades más dirigidas al ocio y el tiempo libre, e incluso en algunos casos se programan excursiones y rutas senderistas. De igual modo, como comentaba Roldán, “intentamos promover que participen en las actividades organizadas por la sociedad local, como los actos del Día del SIDA, las protestas contra la violencia de género o los presupuestos participativos”.
En cuanto a la alimentación, los inmigrantes disponen de un amplio comedor que da cabida a 40 comensales. La comida les llega a través de los servicios contratados a una empresa de catering, que sirve dos comidas al día.
Sin embargo, las dificultades con que cuentan en su futuro inmediato son evidentes. Si bien a los niños se les tramita su escolarización, los adultos cada vez lo tienen más difícil para trabajar. “Antes había más mujeres que podían trabajar en el ámbito doméstico, pero ahora se contratan menos”, reconocía Roldán. Eso sí, los conocimientos de peluquería de muchas de estas mujeres les resulta de lo más útil.
Para Roldán, resulta sorprendente lo informados que están los indocumentados, ya que cuando llegan saben que será la Cruz Roja la que les atienda en primera instancia, que después pasarán por el CIE y que finalmente recalarán en el centro de acogida.