La Mutilación Genital Femenina (MGF), escisión, ablación, “corte” ó “sunna”, es una antigua práctica extendida entre diferentes pueblos de África. Comprende todos los procedimientos que involucren la extirpación parcial o total de los órganos genitales femeninos externos o cualquier otro daño a los genitales femeninos por razones no médicas.
La MGF viola los derechos humanos de las mujeres y niñas, y pone en grave peligro su salud, de forma inmediata (hemorragias e infecciones que pueden llegar a causar la muerte) y a largo plazo (problemas genito-urinarios, complicaciones en el embarazo y parto, infecciones, del placer sexual, complicaciones psicológicas graves), constituyendo una manifestación extrema de desigualdad de género.
Las razones para la continuidad de esta práctica varían mucho según los grupos étnicos e incluso las personas que la defienden y la practican.
Con frecuencia, se esgrime la causa de la tradición (“siempre se ha hecho”) y, allí donde se practica, la MGF se considera signo de pertenencia al grupo (“si no te lo has hecho, estás aislada, fuera del grupo”) confiriendo también una identidad de género (“no se es una mujer completa si no se está cortada”).
En contra de lo que se suele pensar, no es una práctica religiosa: es una práctica preislámica. En el Corán no existe una sola línea que lo mencione, y numerosas autoridades islámicas se han pronunciado en su contra. Además, en las etnias donde se realiza también se practica en cristianos y judíos. La MGF es también una forma de controlar la sexualidad de las mujeres y disminuir su deseo sexual, es una forma de sumisión y control.
La llegada de mujeres inmigrantes a España trae a nuestras orillas el problema de la MGF. En España la MGF está penada por la ley (Artículo 149 del Código Penal). Sin embargo, el peso de la tradición, el desconocimiento de en qué consiste realmente la práctica y las consecuencias para la salud de la práctica, el sentimiento de lealtad a sus orígenes y el deseo de que sus hijas formen parte de su comunidad de pertenencia, especialmente cuando no tienen una situación estable en España, hace que muchas mujeres africanas, ellas mismas mutiladas, se enfrenten a la difícil decisión de mantener la tradición en sus hijas, pensando que hacen lo mejor.
La solución a la MGF no pasa sólo por su prohibición legal. Son necesarios cambios sociales y culturales, y hace falta un trabajo serio de información, formación y sensibilización tanto en las comunidades directamente afectadas como en los colectivos profesionales que trabajan con la población migrante: sanitario, educativo y social. Así como medidas para fomentar la igualdad de género.
Aunque casi la mitad de los países en los que se realiza la MGF prohíben su práctica, la convención social que la rodea es tan fuerte que, aún cuando individualmente una mujer o una familia estén en contra de realizársela a sus hijas, es muy posible que continúen haciéndolo para protegerlas y salvaguardar su estatus en la comunidad. Al mismo tiempo, el trámite de la MGF en los casos en que se realiza como parte de una ceremonia comunitaria, confiere a las niñas un sentimiento de pertenencia a la comunidad, de paso a la edad adulta y de orgullo.
Médicos del Mundo, teniendo en cuenta la ética de la responsabilidad y los valores de la medicina humanitaria, en la voluntad de dar testimonio a la vez que asistencia a las poblaciones más vulnerables, decide hacer frente al problema a través de un programa para disminuir el riesgo de la práctica de la MGF entre la población subsahariana.
Es aquí donde MDM, en colaboración con otras entidades africanas, ha continuado con el trabajo que se ha ido haciendo en estos años, reforzando la formación y sensibilizando a la población subsahariana en riesgo y que residen en Cataluña, Aragón, Navarra, Comunidad de Madrid e Islas Baleares.
El total de personas de origen subshariano con el que ha contacto Médicos del Mundo en los últimos 5 años ha sido de 1716 mujeres y niñas provenientes de Gambia, Senegal, Malí, Camerún, Nigeria y Ghana, principalmente.