Si el concierto especial para el día de San Fernando titulado En el Scriptorium. Las Cantigas de Alfonso X el Sabio, interpretado por el grupo Artefactum y organizado por el ICAS en la Sala Joaquín Turina el pasado día 30 de mayo, tenía como finalidad honrar la memoria del padre de Alfonso X el Sabio en el día que la iglesia católica celebra su santidad, consideramos que dicha memoria quedó más bien deshonrada por uno de los miembros de dicha agrupación musical que llevaba la voz cantante, el organetto y la zanfoña.
No entramos en valorar la calidad musical del concierto en una obra de la que existen ya tantas versiones que no merece la pena establecer términos de comparación sino en la manera de presentarla, puesto que no contabámos siquiera con un programa de mano sino una simple hoja en la que junto al título del mismo ya enunciado y la ficha artística aparecía la frase “Todas las artes caben aquí”. En efecto, todas las artes incluida la chabacanería más zafia ya que, al no existir programa, el presentador se permitía hacer -sin ningún rigor, pues no sabíamos ni el número ni el título de la correspondiente cantiga- los peores chistes sobre cada una de las cantigas interpretadas.
Las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio poseen tal lirismo, tal unción sagrada, que tomarlas a broma o presentarlas en clave de humor supone desbaratarlas, estropearlas, mancillarlas sin comprender todo lo que representan. La visión vulgar de la Edad Media nos priva del misterio, la devoción y el sentir de aquellas gentes.
Los milagros de la Virgen de Rocamador eran hechos maravillosos para las mujeres y los hombres del siglo XIII. Juzgarlos desde el siglo XXI equivale a eliminar la sensibilidad con la que fueron entendidos. No es necesario ser creyente para acercarse a comprender la sensibilidad medieval. Sólo basta aproximarnos a la mentalidad de la época evitando la grosería y el chiste fácil. Nada de eso tuvimos en la presentación de esta obra histórica única en su género dentro de la literatura occidental.
Merecen un respeto las creencias de la religión que fuere y máxime si se trataba de celebrar la festividad del personaje con el que comienza una nueva etapa en la historia de la ciudad hasta llegar a la modernidad. Pues ni respeto tuvo el rey Fernando en la cantiga 292, donde se narra la historia del orfebre maese Jorge y la imagen de Santa María de la Sede. Si el milagro es algo superior al orden natural, extraordinario, maravilloso, raro, en suma, así debe ser presentado pero no tomado a mofa para que podamos comprender la obra de arte en su historia.
El Instituto de la Cultura y de las Artes de Sevilla debería no sólo costear un sencillo programa de mano sino velar también por este tipo de representaciones en las que los testimonios de nuestra más alta cultura pueden caer sin gracia por los suelos.