Caminar es una forma de comunicación

Publicado: 14/07/2015
Cuando dejamos de caminar nuestro mundo de relación y de comunicación con nuestro entorno social se reduce considerablemente con lo que la autoestima se deteriora. Para elevar el nivel de salud debemos actuar sobre el bienestar físico, pero también el mental y el social.
Si a usted le duele su rodilla desde hace tiempo y no mejora de forma clara con los tratamientos usados, puede que tenga una alteración por sobrecarga, que son aquellas en las que hay una disfunción entre su capacidad para activar de forma adecuada el sistema musculoesquelético de sus piernas y el trabajo físico que realiza a diario. Si le duele la rodilla al agacharse, al levantarse de la cama por la mañana, al incorporarse del sofá, al subir y sobre todo al bajar escaleras, puede sufrirla.

Al verse imposibilitado para estas acciones y para todas las más complejas, usted ve cómo el dolor no mejora e incluso se agudiza y que cada vez es menos útil para llevar una vida activa saludable, con lo que entra en un bucle de más dolor y menos actividad, que en muchas ocasiones afecta a su estado de ánimo (somos lo que hacemos). Si uno se encuentra con dolor e incapacitado, su dolor se incrementa muchísimo.


Ante esa situación lo primero que se afecta es la capacidad para andar, ya que el dolor provoca inseguridad y por tanto una deficitaria activación de su musculatura (a las alteraciones del coche que es su cuerpo se unen las del conductor que es usted mismo).


Cuando dejamos de caminar nuestro mundo de relación y de comunicación con nuestro entorno social se reduce considerablemente con lo que la autoestima se deteriora. Recordemos que para elevar el nivel de salud debemos actuar sobre el bienestar físico, pero también el mental (la aceptación de uno mismo, expresar sentimientos y actitud para afrontar problemas) y  el social (capacidad para relacionarse y compartir con los demás).


El plan de tratamiento pasa por la receta activa,  que es la herramienta por la que el paciente se convierte en una persona vitalmente activa de forma personalizada, cuantificada y segura, consiguiendo con su respuesta el vigor físico y mental necesario para desarrollar sus capacidades.
El tratamiento sólo usará medidas terapéuticas de comprobada eficacia así como un entrenamiento físico saludable bajo control médico y desarrollo del fisioterapeuta para la recuperación funcional imprescindible en las tareas habituales.


El entrenamiento saludable requiere el aprendizaje de los ejercicios de activación de los miembros inferiores y una repetición de dichos ejercicios así como de otras actividades físicas que la persona debe practicar a diario, ya que dichos ejercicios no buscan un mayor nivel de musculatura ni de potencia sino de un uso más eficiente de la musculatura existente.


La única forma de afianzar el entrenamiento saludable es que se repita de forma continuada. Por ello, el siguiente objetivo es que el paciente camine una hora al día. Si el paciente no cambia sus hábitos cuando está mal, no lo hará nunca; pero si lo hace de una forma valiente, afrontando el problema y mostrando una actitud activa,  su salud, es decir su vitalidad para disfrutar plenamente, experimentará un giro importante. 


Si además existen otros factores negativos que hay que combatir como sobrepeso, tabaquismo u otros tóxicos, el ejercicio físico tiene un efecto coadyuvante sobre ellos (es decir  que el ejercicio ayuda de forma clara para perder peso, dejar de fumar y otros objetivos).


El tratamiento se asegura con revisiones médicas periódicas. Su duración es superior a dos meses y, una vez finalizado, se consigue un aprendizaje que, bien utilizado,  le valdrá para toda la vida. 
La mejor forma de mantener lo ganado es realizando una actividad física que le guste (puede ser bailar, caminar,  pilates, gimnasia, tai chi, etcétera), siendo más importante la forma de hacerlo que el tipo de deporte. Y, además, si hace lo que le gusta lo continuará con más seguridad.

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