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La tribuna de Viva Sevilla

El legado arquitectónico de la Expo 92

La herencia arquitectónica ha sido muy grande, a diferencia de otras Exposiciones Universales, lo cual no sólo significa un gran valor arquitectónico monumental, sino un valor económico y una nueva forma de entender la arquitectura desde una visión de sostenibilidad.

Con la Exposición Universal, Sevilla vuelve a recuperar la relación con el río y es cuando el cauce fluvial empieza a contemplarse como un tema de vital importancia para el discurso urbano y territorial de la ciudad.


La herencia arquitectónica que ha dejado la Expo se debe a la muestra de una nueva arquitectura de prestigio por parte de las figuras mundiales de los países participantes. A través de concursos y encargos directos a reconocidos arquitectos, se buscó divulgar el empleo de nuevos materiales y la alta tecnología. La arquitectura constituye el principal contenido expositivo, convirtiéndose ésta en la más relevante componente expositiva del potencial del país participante. Prueba de ello, según todas las encuestas, es que ha perdurado el recuerdo arquitectónico y ambiental sobre el contenido expositivo.


La Expo 92 surgió con la idea de una implantación que otorgara riqueza a Sevilla y no como un planteamiento temporal que terminase siendo un apéndice más de la ciudad. Podemos decir que fue una propuesta que tuvo un gran valor en su momento y que se pretendió mantener en el futuro. De esta manera, nos encontramos con un fragmento de ciudad con gran fuerza económica y de gran movimiento. La consolidación de la isla de la Cartuja como parque científico y tecnológico plantea el reto de su conversión en un barrio más de la ciudad junto al casco histórico. Nos encontramos ante la dificultad de cómo habitar un parque en el que no hay, ni habrá por ahora, uso residencial.


Desde el punto de vista de la reforma de la ciudad, Sevilla se ha puesto al día en cuanto a los sistemas generales del urbanismo, como el diseño de la estación de Santa Justa, la eliminación de las vías del tren para liberar espacios e integrarlos en la ciudad, nuevos espacios culturales y, en definitiva, una transformación urbana que cambió parte de su fisonomía. Lo más importante es la nueva imagen de Sevilla. La Exposición supuso un antes y un después. Tenemos que aprender a rentabilizar los logros, que es lo que faltó inmediatamente después de su celebración.
Podemos llegar a las siguientes conclusiones:


- Existen Exposiciones Universales en las que la huella que ha quedado de lo acontecido ha sido muy escasa o, en ocasiones, nula. Por el contrario, Sevilla ha sabido gestionar ese hecho y aprovecharlo para impulsar su imagen y economía, así como la del propio país.


- La arquitectura de nombre en otras Exposiciones Universales no ha sido abundante, mientras que en el 92 hubo arquitectura de autor: una desaparecida, como la de Tadao Ando o Nicholas Grimshaw; otra que ha permanecido; y otra,  protegida, como son los seis pabellones que han sido incorporados al Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz: los pabellones de España, Andalucía, Francia, Navegación, Finlandia y Hungría. Y los tres edificios ( World Trade Center,  Teatro Central y el de Red Eléctrica Española) que figuran en el Catálogo Periférico del Plan General de Ordenación Urbana.


- Se ha demostrado que, por primera vez, la arquitectura se convierte en un elemento de demostración de la excelencia de un país, una arquitectura a través de la cual se demuestra su potencia y capacidad.


- La herencia arquitectónica ha sido muy grande, a diferencia de otras Exposiciones Universales, lo cual no sólo significa un gran valor arquitectónico monumental, sino un valor económico y una nueva forma de entender la arquitectura desde una visión de sostenibilidad.


Por último, cabe destacar que las aportaciones creativas de los arquitectos responsables de los pabellones, edificios y espacios públicos, así como la coherencia del conjunto, la diversidad y fórmulas arquitectónicas, fueron en cierto modo el primer elemento de la Expo. Y que la principal innovación en la transformación de la Isla de la Cartuja en el recinto de la Exposición ha sido la coherencia y calidad de los espacios comunes, junto a la libertad creativa arquitectónica. La herencia arquitectónica, desde el valor patrimonial y desde el valor económico, ha sido el legado que ha pasado a formar parte del patrimonio monumental de la ciudad.

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