Creatividad en el espacio público urbano

Publicado: 15/06/2016
Aproximadamente el 70% de nuestras calles y avenidas está ocupado por automóviles, en circulación o aparcados.
Existe una inaplazable necesidad de transformar el espacio público de nuestras ciudades  en más habitables y de más calidad. Si aproximadamente el 70% de nuestras calles y avenidas está ocupado por automóviles, en circulación o aparcados, esta mejora de nuestros espacios comunes pasa por reducir la superficie ocupada por los coches y devolvérselo a la gente.

Ahora bien, una cosa es postular una tesis y otra muy diferente hacerla realidad. Y es así porque hacerla realidad supone un cambio complejo, no sólo por sus dificultades técnicas,  sino porque ese cambio es ante todo de carácter cultural. La transición hacia sistemas de movilidad sostenible supone poner en marcha un proceso político dirigido a provocar un cambio de hábitos. Para impulsar este cambio político hacen falta, en mi opinión, tres herramientas esenciales.


La primera es de carácter político. La herramienta básica es la voluntad política de impulsar ese cambio cultural, independientemente de las dificultades o de los cálculos electoralistas de corto plazo. Afortunadamente, en Sevilla tenemos un ejemplo muy claro de lo que puede hacerse, en este ámbito de la movilidad, cuando se posee la firme voluntad política de hacer ciertas cosas. Ejemplos como el exitoso fomento de la movilidad en bicicleta o las transformaciones urbanas ligadas a peatonalizaciones iniciaron un nuevo modelo gracias a la voluntad de políticos valientes que tuvieron esa visión y se pusieron a trabajar en ese sentido.


La segunda herramienta es ideológica, en el sentido de poder superar una ideología desfasada que vincula al automóvil con una falsa y ya anticuada conceptualización de la modernidad. Esa ideología que suponía que la dominación de un medio de transporte ineficiente y peligroso, junto a la necesidad de poner a su servicio grandes y caras infraestructuras, era un símbolo de progreso y desarrollo urbano y metropolitano. La idea alternativa es poder imaginar una ciudad libre de automóviles en lo posible, donde la mayoría de los desplazamientos sean cortos, puedan realizarse en medios no motorizados (peatón y bicicleta) en alianza  con un buen sistema de transporte público.


La tercera herramienta es urbanística y de modelo de ciudad, porque un espacio público de calidad constituye uno de los mayores capitales urbanos disponibles para un desarrollo humano bien entendido. El futuro de las ciudades está en que nos provean de espacios donde la creatividad florezca y para que ello suceda es necesario que nuestras calles, plazas y parques -que tradicionalmente han sido el medio donde las relaciones sociales se multiplican- sean lugares atractivos para vivir y relacionarse.


Al contrario de lo que pudiera parecer, la eclosión de las redes sociales virtuales está permitiendo una revalorización de los espacios públicos urbanos como elementos de relación y de mejora de la calidad de vida. En este caldo de cultivo se están fraguando idearios sociales que no sitúan al automóvil como objeto indispensable para la realización personal y las bicicletas son consideradas, por ejemplo, un vehículo mucho más eficiente y conveniente.

La preeminencia del peatón en espacios públicos liberados del automóvil permite que vuelva a ser atractivo vivir en ciudades más densas, donde la capacidad de relacionarse se multiplica, sin tener que renunciar a espacios urbanos de calidad ambiental alta. Y además hay un aspecto muy importante que generalmente se margina en este debate: el económico. Es mucho más barato construir y mantener sistemas de movilidad no basados en el automóvil, con lo que se liberan ingentes cantidades de dinero, que podrían invertirse en mejorar, mediante la educación y el fomento de la creatividad, la capacidad de nuestro capital humano.


La capacidad para afrontar los retos futuros florece mejor en ciudades que merezcan ser vividas, porque el espacio público de calidad es, a todos los efectos, un pozo de creatividad. Muchas ciudades lo están comprendiendo así. Sevilla se convenció de ello en un determinado momento e hizo cosas valientes e importantes. Creo que, sin más demora, ha llegado la hora de retomar esos esfuerzos y ponernos a trabajar ya, después de unos años de desorientación total al respecto. Ahora, el norte está claro y además sabemos qué es lo que hay que hacer.

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