Ojalá diariamente los sevillanos tuviesen la oportunidad de disfrutar del parque de María Luisa como a primera hora yo lo hago después de atravesar los Jardines de Murillo. La salud física, mental y emocional agradece esta dosis de placentera experiencia en medio del rumor líquido que sale aromado desde los árboles llegados de todo el mundo (1.929), del trinar de los pájaros, del agua, de las flores, del vuelo de las palomas en la Plaza de América y, con frecuencia, hasta del paso de los coches de caballos con turistas. Más de un millón de ellos acuden a la Plaza de España sin la ayuda de una señalización adecuada y suficiente. ¡Qué sería si no fuera por la gentil sonrisa de los sevillanos siempre dispuesta, y la gente caminando en esa dirección!
La belleza del Parque es indiscutible. Está en la memoria sentimental del sevillano. Todos los políticos que llegan a ser alcaldes o se quedan en la oposición prometen destinarle fondos y proponen planes.
Ni siquiera por la conmemoración del centenario de la incorporación al verde público de Sevilla de un jardín privado donado en 1893 se notaron las obras. ¿Se debió a la coincidencia con la destitución del director de Medio Ambiente por la adjudicación presuntamente irregular de contratos ? Solamente se hizo el cambio no prioritario de algunas luminarias, la reparación del albero en algunos senderos, el reemplazo del pavimento en el lugar donde se puso el monumento al arquitecto Aníbal González y, obviando a la sociedad civil, se inauguró una muestra en el Casino de la Exposición.
El parque conforma la centralidad verde de Sevilla: comienza en los jardines del Alcázar y de Murillo, llega hasta Tablada y continúa por las orillas del río (Paseo de Colón, Jardín Americano, hasta el Alamillo.
Pocas ciudades bellas como Sevilla se benefician tanto de esta característica. La vegetación, los árboles, los parques, el verde, moderan la temperatura y tamizan la luz para hacerla sombra. Ojalá se sembraran muchas clases de árboles en el parque del Guadaíra, en las plazas duras y en las calles. Atenúan la contaminación acústica y atmosférica; para ello una ciudad requiere de dos árboles por habitante.
Según la Web del Ayuntamiento, nuevamente se han propuesto algunas acciones en el Parque: regularizar la relación con el bar Citroën y el restaurante La Raza, “pavimentar los caminos de albero ubicados en su zona periférica” y reparar el puente del estanque de los patos.
No es tarde para redactar un Plan Director Integral para todo el verde de Sevilla, dentro del cual de manera destacada conste el Parque María Luisa. El sentido común, la experiencia, el conocimiento especializado, la opinión de los sevillanos enriquecerían el contenido para que las acciones escapen de las improvisaciones con el fin de mantener coherencia y continuidad.
He aquí algunas sugerencias: Dignificar la glorieta de Bécquer, peatonalizar el antiestético espacio donde está el pequeño monumento al gran nicaragüense en medio de caballos y 60 coches para convertirlo en punto referencial de encuentro e información sobre la ciudad y el Parque, utilizando los más actuales medios informáticos, el buen gusto en el diseño y los materiales durables más adecuados con la correspondiente señalización. Rehabilitar los aseos “concesionados de pago”. Colocar bordillos en las praderas. Restaurar y pintar todos los elementos de urbanización.
Incorporar aparatos para gimnasia de mantenimiento de adultos cerca de los parques infantiles. Eliminar las aves exóticas que están expulsando a las locales. Cambiar el dañino asfalto negro -prohibido por recomendación internacional- de las dos calles principales. Redistribuir las responsabilidades de los 40 trabajadores para hacer más eficiente sus labores. No es caro. Los ciudadanos y los turistas lo agradecerán.