Casi 18 millones de personas murieron en el mundo, el pasado año, a causa de la enfermedad cardiovascular. Efectivamente, fueron 17,9 millones fallecimientos, una de cada 3 muertes, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud. Desde hace décadas, esta prevalente patología constituye la primera causa de muerte en los países desarrollados.
El corazón, motor y fuente de vida, comienza a latir poco después de la fecundación y lo hace durante todas las noches y todos los días, año tras año, sin descanso alguno, hasta el último minuto de nuestra existencia. Con la tecnología actual, podemos observar las contracciones cardíacas en el feto a partir de la 6ª semana de vida intrauterina y evaluar apropiadamente sus latidos por ecocardiografía
Doppler desde la 10ª semana.
Estos ruidos rítmicos torácicos no pasaron desapercibidos para los primeros pobladores de la Tierra, quienes incluso vieron latir corazones de animales en sus arriesgadas cacerías. Dejaron vestigios del importante valor que daban a este sorprendente órgano en ciertas pinturas rupestres del arte paleolítico, como el dibujo prehistórico de un mamut herido conteniendo la figura del corazón en el interior del tórax, en la cueva del Pindal en Pimiango (Asturias).
Corazón humano trasplantado.
El impacto que produjo en el ser humano observar un corazón latiendo debió ser tan grande que les indujo a atribuirle poderes y funciones extraordinarios. Desde la antigüedad, existe constancia documental sobre el extensísimo simbolismo del corazón, presente en prácticamente todas las culturas, religiones y creencias hasta nuestros días. La literatura universal nos ofrece una amplia gama de símbolos sobre el corazón que le arrogan poderes, sentimientos, atribuciones, fortalezas y debilidades. El corazón ha sido y sigue siendo fuente de inspiración de la Ciencia, las Letras y las Artes.
Resulta interesante analizar la etimología del “
corazón”. Del griego procede la palabra
kardia y del latín
cord, mientras que las lenguas anglosajonas lo mencionan como
heart, hertz, hearte. De hecho, en alemán se denomina al ciervo con una palabra de pronunciación semejante, “der
Hirsch” o el saltador, ya que el corazón es el “
saltador del pecho”.
Hace más de 4.500 años, los sumerios creían firmemente que el corazón era el órgano central del organismo humano. Un sacerdote llamado
Beroso o “El Caldeo” en su Historia de Babilonia, escrita en el siglo III a.C., menciona que la diosa creadora
Nammu, junto con las diosas del nacimiento, gestaron el primer hombre, dándole “
el corazón que amansaron con arcilla de la superficie del abismo”. La poesía sumeria da buena muestra de la posición predominante que otorgaban al corazón: “
Su corazón se llena de clemencia”, “
No rompas mi corazón con tu dolor”. Hacían referencia tanto al corazón de sus dioses, como a los suyos propios.
La cultura china consideraba al corazón como el rey de todos los órganos del cuerpo, denominándole “
corazón pensante”. La sabiduría del taoísmo imaginaba que el orden y el balance del corazón eran determinantes para el buen funcionamiento de todos los sentidos. Para la Medicina china antigua, el corazón representa el centro de mando de la conciencia y la inteligencia. Confucio hablaba de que la ética y la humanidad radicaban en el corazón, “
li” cuando era justo y “
chun tzu” si no se comportaba correctamente.
Es interesante leer cómo los antiguos médicos chinos nos relataban que el corazón tiene 7 aberturas, que denominaban ojos, gracias a los cuales este órgano central percibe la realidad exterior y emite sus influjos. Cuando estos ojos o agujeros, en realidad son 8 (2 venas cavas, 4 venas pulmonares, la arteria pulmonar y la aorta), están limpios dejan pasar libremente la sangre, siendo esto la principal misión del médico para poder asegurar la buena salud. Este simbolismo tiene su importancia y traducción en la Medicina actual, el médico debe tratar de mantener bien limpios estos agujeros, evitando la formación de coágulos intracardiacos, que ocasionarían la muerte por trombosis venosa o arterial.
Los antiguos egipcios creían firmemente en la vida después de la muerte, basta contemplar las magníficas Pirámides de Guiza o el Valle de los Reyes en Menfis. Creían que el alma del difunto viajaba al
Más Allá en espera del cuerpo, por eso trataban de conservarlo mediante la momificación, complejo proceso en el que extraían el hígado, los pulmones, el estómago y los intestinos, que eran introducidos separadamente en los vasos canopos, para cuando el difunto los necesitara. Sin embargo, siempre dejaban el corazón en su lugar, lo preservaban y manipulaban con sumo cuidado.
Pesada del corazón en el Juicio de Osiris. Papiro de Hunefer, escrito durante la Dinastía XIX del Antiguo Egipto, que se conserva en el Museo Británico de Londres.
Para esta impresionante civilización de la antigüedad, el corazón era el órgano más importante y central del cuerpo humano; de hecho, la cultura egipcia fue la “
Cultura del corazón”; pensaban que tenemos dos corazones
Hati “
corazón físico” y
Ib “
corazón fisiológico”, concepto no muy descabellado. De hecho, los médicos habitualmente hablamos también de dos corazones, “
corazón derecho” que se ocupa de conducir la sangre desoxigenada (azulada) hacia los pulmones para que su oxigenación y “
corazón izquierdo” que impulsa la sangre oxigenada (roja brillante) a todos los rincones del maravilloso organismo humano.
Según la tradición del Antiguo Egipto, al finalizar el viaje, el muerto debía enfrentarse al temido
Juicio de Osiris, en el que el corazón se colocaba en un platillo de una delicada balanza y en el otro una pluma de avestruz, símbolo de la diosa
Maat. Si el corazón pesaba más que la pluma significaba que el difunto no había vivido correctamente, en consecuencia, debía ser devorado por la diosa
Ammit que tenía la cabeza de cocodrilo, los cuartos delanteros de león y los cuartos traseros de hipopótamo. Esta bestia mitológica debía darse un buen festín en cada juicio, ya que el corazón humano pesa entre 240 – 280 gramos, siempre superior a cualquier pluma de avestruz.
En el famoso “
Papiro de Ebers” (1.500 a.C.), uno de los más antiguos tratados de farmacopea y medicina, redactado en Egipto durante la dinastía XVIII durante el reinado de
Amenhotep I, actualmente se encuentra en Leipzig (Alemania), atribuye al corazón funciones como ser el lugar donde radica la inteligencia, la conciencia moral y el pensamiento. Detalla la fisiología cardiaca utilizando un lenguaje poético, como “
el corazón habla a través de sus latidos”, aunque “
solamente los médicos muy ilustrados son capaces de percibir su mensaje mediante la palpación del tórax”; así como que todos los fluidos corporales confluían en el corazón, la sangre como la saliva, las lágrimas, la orina, el semen o la bilis.
Hipócrates de Cos (460 – 371 a.C.), famoso médico griego, trataba de convencer a sus discípulos y autoridades griegas de que la inteligencia y los sentimientos se localizaban en la cabeza y no en el corazón, como “estaba establecido”. Sus colegas no parecían muy convencidos de sus enseñanzas, aparte de que los filósofos tenían siempre la última palabra, pues gozaban de amplia reputación social. El gran filósofo Platón, maestro de Aristóteles, determinó que en el corazón residía el “
alma mortal” o sea la inteligencia y los sentimientos, mientras que en la cabeza estaba localizada el “
alma inmortal” que permanece tras la muerte.
La cultura cristiana es muy rica en símbolos, de hecho, la palabra “
corazón” aparece en la Biblia en 873 ocasiones, además de “
corazones” en otras 88. De los innumerables símbolos cristianos queremos destacar el culto al “
Sagrado Corazón de Jesús”, que ha permanecido hasta nuestros días. Tiene su origen en un pasaje del Evangelio (San Juan 19:34), donde se describe que cuando “
la lanza de un soldado atravesó el costado de Cristo, salía sangre y agua” y “
del corazón herido de Cristo surge la Iglesia”. Los primeros testimonios de este simbolismo se encuentran en el siglo XII, con San Bernardo, abad de Claraval del monasterio cisterciense de la localidad francesa de Ville-sous-la-Ferté, cuando escribe “
en la herida del corazón de Cristo leo el secreto del corazón”, o bien, uno de sus discípulos proclama “
Nada hay más indulgente que el Corazón de Jesús”.
Este simbolismo cristiano siempre tuvo una especial raigambre en nuestra ciudad, donde la imagen del “
Sagrado Corazón de Jesús” presidía la entrada de muchas casas en San Fernando. Como muestra del fervor y la devoción isleña, tenemos la polémica surgida con la retirada de la imagen del Sagrado Corazón, como aconsejaron algunos historiadores y expertos, tras haber estado colocada durante 80 años en el frontal principal de la fachada de nuestro reconstruido e impresionante Ayuntamiento; actualmente está situada en la pared lateral de la parroquia castrense de San Francisco.
El simbolismo cristiano llegó a su cúspide con Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582), proclamada Doctora de la Iglesia quien, junto con San Juan de la Cruz, representan los grandes maestros de la vida espiritual de la Iglesia Católica. En marzo de 1588, se examinó el cadáver incorrupto de Santa Teresa, cuyo corazón mostraba una hendidura o desgarro a nivel del ventrículo izquierdo. Algunos entendieron que respondía al sueño que tuvo la Santa sobre que “
el ángel que le atravesaba su corazón con una flecha de oro ardiendo, sintiendo gran dolor de pecho”. Sin embargo, el médico que examinó el órgano incorrupto describió que podía haberse tratado de una rotura cardiaca a consecuencia de un infarto de miocardio, motivo de su muerte. El corazón de Santa Teresa se conserva en un relicario del siglo XVII en el convento de Alba de Tormes.
Frases como “
Ofrecer el corazón a Dios” “
Levantemos el corazón a Dios” de las oraciones católicas están tan implantadas en nuestro subconsciente que llegan a difuminar incluso el objeto del ofrecimiento.
Durante siglos, el amor profano que el simbolismo sitúa invariablemente en el corazón, por lo general, atravesado por una flecha de Cupido u otro ángel amoroso, ha sido motivo de cuantioso arte pictórico y literario.
Entre las innumerables frases sobre el simbolismo del corazón, podríamos elegir:
“
Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza” – Anónimo.
“
Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón” – Marguerite Yourcenar, escritora francesa.
“
El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico” – Charles Dickens, escritor británico.
“
Los grandes pensamientos proceden del corazón” Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues, moralista francés.
“
El corazón siente, la cabeza compara” - François-René de Chateaubriand, político y escritor francés.
“
El corazón siempre es joven y siempre puede sangrar” – Víctor Hugo, poeta, dramaturgo y novelista romántico francés.
“
El corazón tiene razones que la razón ignora” – Blaise Pascal, científico, filósofo y escritor francés.
“
Por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón” – Confucio, pensador chino.
“
Ojos que no ven, corazón que no siente” – Refrán español
Si bien, el simbolismo constituye un importante y productivo movimiento literario con su origen en Francia y Bélgica, a finales del siglo XIX, los símbolos siempre han acompañado al ser humano desde su aparición en la faz de la Tierra. Han sido su fuente de esperanza, su explicación a lo desconocido, su refugio ante la ignorancia, su mejor y más fiel amigo. El corazón, órgano en constante movimiento, representa la existencia de la vida misma, por ello, como demuestra la historia de la Humanidad, pronto fue adoptado como la cuna de nuestros sentimientos y deseos.
No siempre estos símbolos y la realidad discreparon, como nos demuestra el gran humanista y filósofo español Juan Luis Vives “
La fuente de la vida es el corazón”.
(*) Catedrático de Cirugía
Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria