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La sequía de Rubén Castro: diagnóstico y receta para un cambio

El ariete canario tiene una racha inédita en sus últimos años y no jugó ningún minuto en Zaragoza, pero Mel sabe la fórmula para recuperarle

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  • El malaguismo sigue esperando la mejor versión de Rubén Castro. -
  • Su obligatoriedad con el gol es ya hasta un reto personal: ser el máximo goleador español de la historia del fútbol superando a Quini.
  • Castro lleva tres goles en 39 disparos a puerta esta temporada, un porcentaje muy bajo de acierto.

Todo partió como un rumor demasiado llamativo e ilusionante como para ser real. Acabó teniendo sentido y se logró lo improbable: convencer a un goleador como Rubén Castro para que no renovara con el Cartagena (ya lo tenía prácticamente apalabrado) y se mudara a la Costa del Sol. Meses después de aquel golpe sobre la mesa de la dirección deportiva, el más golpeado está siendo el propio delantero.

Castro lleva tres goles en 39 disparos a puerta esta temporada, en los 14 partidos que ha jugado. El dato, si se desgrana, refleja la preocupante sequía del canario: está entre los tres jugadores que más rematan a puerta de la Segunda División, junto a Raúl García de Haro (delantero del CD Mirandés que lleva seis goles) y el mago de Gran Canaria Jonathan Viera (tres goles).

La crisis del Málaga, en una visión desvirtuada, simplista y algo injusta, se puede proyectar en esta falta de acierto de un ariete que acostumbra a rondar la veintena cada año. Para colmo, en el último empate a uno del equipo en La Romareda, Rubén Castro no jugó ni un minuto. Fue por decisión técnica, ha confirmado Pepe Mel: no era un contexto de partido para él, ni de inicio ni mucho menos tras la expulsión de Javi Jiménez.

En este bache de su carrera hay que analizar los vértices que se unen para dar una explicación a su bajo rendimiento. Los equipos rivales han sabido frenarlo, fijarlo y hacer que esté incómodo. Su acierto en situaciones claras de gol ha sido muy mejorable: varios remates al palo, cabezazos demasiado centrados, algo desviados o incluso goles en fuera de juego (contra el Villarreal ‘B’ marcó dos que fueron anulados) o errores garrafales en boca de gol, como aquel a puerta vacía en la derrota contra el Albacete en casa.

Son los males de un delantero que juega en un equipo que le cuesta generar. Este es otro punto que hay que considerar: Rubén Castro no ha estado bien suministrado de balones. Lo sabe bien Pepe Mel, que lo conoce solo con una mirada: “La solución para nosotros es Rubén. Con ventaja dentro del área, da igual que tenga 28 o 41 años. Rubén necesita estar asistido constantemente, porque de tres no falla tres. Tenemos que intentar que tenga tres ocasiones, no una. Vamos a rodearle de la gente que pueda ayudar”, analizó el entrenador el lunes en el programa Área Malaguista.

Con calidad por dentro, pero deficiencias por fuera, el Málaga debe encontrar el camino para asistir a un Rubén Castro en periodo de ansiedad goleadora. Castro necesita el gol y su equipo, colista de la competición, más todavía. Es una dependencia recíproca.

Un reto personal

Como curiosidad y síntoma de lo que es tenerle inspirado, hay un dato: los días que consiguió marcar o asistir, el Málaga sumó un empate contra el Villarreal ‘B’ (gol) y las dos únicas victorias hasta la fecha, en Mirandés (gol) y contra el Lugo en Martiricos (gol y dos asistencias).

Su obligatoriedad con el gol es ya hasta un reto personal a sus 41 tacos. El atacante está muy cerca de convertirse en leyenda. Está a tan solo tres goles de Quini para convertirse en el máximo goleador español de la historia. Ya lleva 281 tantos entre ambas categorías e incluso también es el perseguidor de otra cifra escandalosa: ser el mayor goleador de Segunda División superando al mítico Nino, que está a seis de distancia.

Para este sábado, a las 16:15 horas, se espera su titularidad. El Málaga está obligado a lograr tres puntos anímicos y como liana para empezar a trepar desde el fondo de la clasificación. El canario tiene un reto que puede parecer sencillo: hacer lo que mejor sabe hacer, golear. Más vale tarde que nunca.

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