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España no es Grecia... aunque tampoco Portugal

La reunión entre el jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del PP, Mariano Rajoy, concluyó con un acuerdo para acelerar la fusión de las cajas de ahorros y reformar su legislación, pero no limó sus diferencias en torno a la reducción del déficit público y la reforma laboral.

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Año y medio después de la última reunión de Zapatero y Rajoy en el Palacio de la Moncloa, ayer ambos volvieron allí a estrechar sus manos, sonreír ante los fotógrafos e incluso, pese a las notables diferencias que han constatado que mantienen en el terreno económico, acordar la reforma de la ley de cajas de ahorro.

Era un día para apoyar sin fisuras el respaldo a Grecia y para intentar mostrar cierta unidad después de la jornada negra vivida ayer por las bolsas.

Pero esa unidad no fue más allá de acuerdos muy puntuales, de coincidir en lucir una corbata a rayas (más gruesas en el caso del líder del PP) y de comparecer en el mismo escenario.

En sus últimas visitas a Moncloa, Rajoy había elegido trasladarse después a la sede nacional del PP para informar de lo tratado con Zapatero, pero en esta ocasión optó por hacerlo en una sala que le debió resultar muy familiar de su etapa como portavoz del Gobierno de José María Aznar.

Por unos momentos, los periodistas llegaron a soñar con la imagen de Zapatero y Rajoy compartiendo la rueda de prensa posterior a su entrevista, una escena a la que dio pábulo que en la sala habilitada en Moncloa para escuchar a ambos hubiera, poco después de que comenzaran su reunión, dos atriles con sendos micrófonos.

Pero más tarde, uno de ellos desapareció y se desvanecieron las esperanzas de vivir algo inédito.

El jefe del Gobierno y el presidente del Partido Popular decidieron no seguir los pasos de lo que la semana pasada hicieron dos políticos vecinos como el primer ministro portugués, José Sócrates, y el líder de la oposición lusa, Pedro Passos Coelho.

Ambos comparecieron conjuntamente en Lisboa ante la prensa tras la entrevista que mantuvieron, salieron en defensa de la credibilidad de Portugal ante los ataques especulativos y llegaron a brindarse algún elogio mutuo.

Ayer en España no se emuló a Portugal. Y puestos a distanciarse con otros países, lo que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy dejaron claro es que España tampoco es Grecia porque no ven comparable su tragedia económica.

Eso sí, no faltaron las advertencias del líder del PP de que para no acabar de la misma forma hay que actuar ya porque se ha acabado el tiempo para que el presidente del Gobierno siga con su actual política.

Zapatero y Rajoy compartieron dos horas y cuarto a solas en las que aseguraron que sólo hablaron de economía. Ni asomo de la renovación del Tribunal Constitucional, del Estatuto de Cataluña, de la situación de ETA y de la izquierda abertzale, del pacto sobre la educación.

Ayer no tocaba, pero se antoja difícil ver a corto plazo el momento en el que estos asuntos sean abordados por ambos en una reunión similar.

Aún quedan casi dos años para que eso sea posible, a no ser que Zapatero decida adelantar la cita con las urnas. Por si acaso, Mariano Rajoy aprovechó para ofrecerse como alternativa y asegurar que está dispuesto a asumir el reto de gobernar cuando los españoles lo decidan.

Un ofrecimiento ante la “improvisación”, las medidas “aisladas e inconexas” que cree que adopta el Gobierno y el hecho de que haya perdido un tiempo precioso.

“Quien está equivocado es el Partido Popular”, subrayó Zapatero, quien advirtió de que España va a cumplir sus objetivos de reducción del déficit pero sin poner en riesgo la recuperación económica, como cree que ocurriría con las recetas del Partido Popular. Unidad, la justa.

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