El frente sur de Trípoli se mantuvo hoy congelado tras una noche de intensos bombardeos y combates artilleros en las localidades de Ain Zara, Tarhouna y al Saaba, claves en el cinturón defensivo de la capital.
Una jornada de calma y reposición, en particular para las tropas bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter, el hombre fuerte del país, que perdieron varios enclaves importantes y debieron retroceder ante el empuje de las milicias afines al gobierno impuesto por la ONU en Trípoli.
"Se acerca el Ramadán (mes del ayuno diario para los musulmanes) y ambas partes son conscientes de que el primer asalto será nulo. Cada una está intentando afianzar su posición antes de la tregua del ayuno", vaticinó en declaraciones a Efe una fuente militar local en el campo de batalla.
"La batalla de Trípoli será muy larga. Ahora Hafter y todos los que le apoyan ya saben que no va a ser fácil tomar la ciudad y que los tripolitanos vamos a resistir a su terror", explicó la fuente, que prefirió no ser identificada.
La fuente opinó que los bombardeos proseguirán en las próximas jornadas con similar intensidad, al igual que las batallas terrestres en torno al antiguo aeropuerto internacional de Trípoli, la joya estratégica adquirida por las fuerzas de este.
También en torno a las localidades de Qasir ben Ghashir y Wadi Rabie, esenciales para el control del citado eje meridional de Trípoli.
Los bombardeos de anoche causaron dos heridos leves y apenas dejaron graves destrozos en una hilera de edificios alcanzados también por misiles de lanzaderas de bocas múltiples Grad.
Según dijeron este domingo a Efe fuentes de seguridad del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), los ataques fueron llevados a cabo por drones manejados desde una base próxima a la ciudad de Bengasi, capital del este de Libia, donde está establecida una unidad de la Fuerza Aérea de Emiratos Árabes Unidos, uno de los principales apoyos de Hafter.
La batalla por el control de Trípoli estalló el pasado 4 de abril, fecha en la que Hafter, un exmiembro de la cúpula militar que aupó al poder al dictador Muamar al Gadafi, ordenó la conquista de Trípoli pese a la presencia del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la ciudad, en un claro mensaje a la comunidad internacional.
Desde entonces, los combates -que han causado más de 230 muertos y cerca de medio millar de heridos y desplazado a alrededor de 20.000 personas- se libran a diario en torno al citado aeropuerto internacional, un enclave de alto valor estratégico para la conquista de la ciudad.
El aeródromo, en desuso desde hace años, está desde el fin de semana en poder de las fuerzas orientales, que tratan de avanzar por el eje meridional desde la localidad de Tarhouna, a unos 60 kilómetros al sur de la ciudad.
En los enfrentamientos, que han afectado al precario suministro eléctrico en la ciudad, también participan milicias procedentes de la vecina ciudad-estado de Misrata, principal puerto comercial de Libia, enviadas en auxilio del gobierno impuesto por la ONU en 2016 tras su fallido plan de paz.
La batalla de Trípoli, que de resultar victoriosa para Hafter le concedería prácticamente el control absoluto del país, ha puesto de relieve la compleja red de injerencias extranjeras que padece Libia desde la revolución que en 2011 acabó con la dictadura de Al Gadafi.
En particular, entre Francia, afín al mariscal Hafter, e Italia, principal apoyo político del GNA y uno de los socios militares de la ciudad-estado de Misrata, donde tiene desplegadas tropas.
El viernes, el jefe del Gobierno impuesto por la ONU en Trípoli, Fayez al Serraj, se quejó de la posición de países como Estados Unidos o Rusia, que han evitado condenar a Hafter, o como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, que apoyan decididamente al mariscal.