Lágrimas

Publicado: 13/04/2023
Nunca porté una vela en mis manos llevando mi rostro cubierto por un capirote y mi cuerpo revestido por una túnica
Nunca porté una vela en mis manos llevando mi rostro cubierto por un capirote y mi cuerpo revestido por una túnica.

Tampoco recorrí las calles del viejo Jaén, despacito, con un costal, siguiendo las órdenes de un capataz que me guiase desde fuera. Ni he interpretado un pentagrama, formando filas, al compás de una marcha tras un palio.

Yo siempre viví la intensidad de mi Semana Santa de un modo diferente, y en el mismo escenario: en la Plaza de La Merced.

El corazón nunca olvida el lugar donde siempre permanecen sus mejores latidos, y es allí, al llegar el Lunes Santo cuando el alma te dice que aquello que estás viviendo es un momento único. Irrepetible por más que se repita de un año a otro y lo lleves viviendo así, de la misma manera, más de dos décadas.

En el pecho una medalla con un cordón blanco y negro, uniéndose por un día, a mi beca verde, recordándome que soy cofrade de Los Estudiantes y tuno por herencia. El legado transmitido por mi padre y mis tíos.

Rompo el silencio en La Merced con tres panderetazos y cuando las bandurrias empiezan a trinar las primeras notas de “Flor Marchita”, de nuevo mi mirada -fija- se concentra en la suya. En ese rostro cuajado de lágrimas que parece contener un llanto siempre perpetuo. Y es así, meciéndose el palio al son de una canción de ronda, cuando siento que el tiempo se detiene al llegar nuestra Semana Santa con esa sensación que se eterniza dentro de mí.

Y antes poquito antes, en el interior de la Merced, resonando Virgen de los Clavitos, brotan en nosotros las lágrimas. También en el rostro de costaleros y hermanos de Los Estudiantes. Y el corazón se acelera mientras despacio, muy despacio, la Virgen de las Lágrimas alcanza el portón de la Merced al llegar de nuevo un mágico Lunes Santo.

Este año ha sido especial. Cumplimos cuatro décadas de tunería y nuestra beca verde lo sabe. En ella, el luto que nos une por el compañero que ya no está con nosotros pero el Lunes cantó desde el cielo. Su capa, a los pies de la Virgen. Este año más que nunca cantamos con lágrimas brotando en nuestros ojos, de forma incontenible, recordando a Frankie en cada nota, en cada estrofa.

Y las voces de Seguidillas y Cíclope, elevando al cielo su canto en oración por nuestro hermano, el tuno de la eterna sonrisa que nos enseñó a ponerle el corazón a la vida cada vez que nos ponemos la beca verde en el pecho.

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