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Quo vadis, Manolo

Y ahora sí que creo que lo suyo es grave, que se le ha metido el bicho malo que te impide ser un ciudadano de a pie, el veneno del poder, ¡oh, Fabio!, el soplo del diablo.

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Él sabe que le tengo aprecio pero también que cuando me siento delante del teclado me despojo de cualquier cosa que pueda influir en lo que escribo, sea quien sea a quien le toque siempre que se trate de un personaje público que de una forma u otra puede influir en mi vida o en la de los ciudadanos. O sea, siempre que sea en legítima defensa.


Y porque sabe que lo aprecio -aunque él no aprecie ese aprecio porque piense que para amigos así mejor un enemigo-, sabe que lo que le diga será con la mejor de las intenciones y sin pliegues, porque servidor no tiene una mala hostia de poquita cosa que soy pero se me ve venir desde lejos. Y cuando apuñalo a alguien, siempre es de frente. Algo que seguro echará de menos en su partido.


Manolo de Bernardo ha emprendido una nueva aventura política y a mí ya me preocupa su estado porque me está demostrando que hace muchos meses que dejó de tener los pies en el suelo, él, un hombre sereno y sensato como pocos que siempre ha dado muestras de prudencia y de mesura.



Empezó a preocuparme en una charla que tuvimos en la Alcaldía cuando era aún el alcalde de San Fernando gracias al pacto con el Partido Popular y aseguraba que en las elecciones de 2011 podría volver a ser la fuerza política más votada, o la segunda, con lo que sería suficiente para mantenerse en aquel despacho.


Yo sé que la gente habla en estos casos porque tiene necesidad de ser optimista y de compartir ese optimismo con personas que sabe que lo aprecian -por eso sé que el sabe que lo aprecio- y mucho más cuando pintan bastos y hace falta sacar fuerzas de flaqueza para mantener la moral.


Pero mi preocupación era porque lo que estaba escuchando no era una muestra de lo que digo en el párrafo anterior, sino una insana pérdida de la perspectiva, un divorcio con la realidad que yo siempre achaqué a la maldición de los poderosos, a la gente que tiene alrededor que no le deja ver el horizonte. Y que no se quitan de alrededor para que no vean el horizonte.


Le dije aquella vez -siendo generoso- que el PA no iba a sacar más de cinco concejales y que con eso estaba fuera de la Alcaldía y me miró como perdonándome la vida. Y luego resulta que me quedé corto, aunque una vez más hay que reconocer que cayó de pie. Tres concejales necesitaba Loaiza; tres concejales tenía y tiene el PA.


Yo ya estaba tranquilo porque creía que el batacazo y todo lo que tiene encima lo habían transportado al duro suelo de los mortales, había aterrizado en la realidad más cruel, pero más sana que la locura transitoria, cuando me entero que ahora quiere ser secretario general de PA.


Y ahora sí que creo que lo suyo es grave, que se le ha metido el bicho malo que te impide ser un ciudadano de a pie, el veneno del poder, ¡oh, Fabio!, el soplo del diablo. Ahora sí que me preocupa. Aunque lo mismo vuelve a ganar... sin ganar nada.

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