No fue ayer. Fue hoy. Este sábado. Pasadas las 00.00 horas, aunque una señora mayor llevaba esperando con su silla de playa desde las siete de la tarde. Eso decía. No se sabe si cierto o no, pero a tenor de cómo disfruto la señora, ya mayor, muy mayor, lo mismo cogió sitio para que nadie se le pusiera delante. Ni la cámara de este periódico.
Tomasito era la guinda al pastel de la Noche Blanca, el plato fuerte. Y bien que lo demostró. Ese muchacho –tiene sus años, pero no lo parece, siempre será Tomasito- no sabe lo que es moverse si no es a compás. Y lo mejor es que encandila a quien se ponga delante, lo hace bailar, participar, disfrutar…
Dijo que estaba en San Fernando “con todo el respeto” por eso de que es la tierra que vio nacer a Camarón, al “más grande”, pero Tomasito también es artista con luz propia, con sencillez propia, con desparpajo propio…
Nació con el don de ser diferente, de bailar diferente, de moverse diferente, de andar diferente, de mirar diferente, de llegar diferente, de marcharse diferente. Eso es lo que hace a un artista. Eso es lo que aporta un artista. Eso es lo que regala un artista…
Tomasito en la plaza del Rey. Sin comentarios. Es para escucharlo. Es para verlo. Es para disfrutarlo. Es para llevárselo a casa y ponerlo en el mueble bar con cuerda para que no deje de bailar nunca.
Pero dejó de bailar. Y la gente se fue a sus casas bailando. Por eso es un artista.