El veterano pintor Juan Romero (Sevilla, 1932) ha reunido en el volumen gráfico "Cartas a un editor" una colección de un centenar de sobres que de manera espontánea fue ilustrando antes de echarlos al buzón, todos ellos dirigidos, en los últimos treinta años, a su editor sevillano, Pedro Tabernero.
El libro, que el próximo martes será presentado en Madrid por el escritor Manuel Vicent y por el propio Juan Romero, ha sido posible porque Pedro Tabernero, guiado por su instinto editor y coleccionista, fue guardando todos los sobres de la correspondencia que ha sostenido con el pintor desde los primeros años ochenta hasta hace apenas dos meses.
Según ha dicho a Efe Pedro Tabernero, "Cartas a un editor", además de su afán coleccionista y conservador, ha sido posible por la generosidad de Juan Romero, quien desde la primera carta que le envió hace casi treinta años se empeñó en decorar, en pintar todos los sobres que le enviaba, con ilustraciones que, según el editor, son auténticas obras de arte.
Tabernero, editor gráfico que ha dirigido varias revistas y gestionó los concursos para la elección del cartel y de la mascota de la Expo 92, ha convocado a escritores como Eduardo Mendoza, Manuel Vicent, José María Conget y Eduardo Jordá, al poeta Juan Lamillar y al profesor Jesús Ruiz García, que ofrecen su particular visión sobre esta colección de sobres ilustrados.
"Hubo una vez carteros felices" se titula el texto de Conget, quien habla de la sorpresa y la satisfacción que para el cartero que portaba estas cartas debía suponer el colorido y las figuras, casi siempre alegres, de los sobres que, enviados por Juan Romero, dejaba en casa de Pedro Tabernero.
En algunos de estos sobres el sello es inventado, es decir, Juan Romero lo dibujó y lo pintó con un motivo de su invención, con el tamaño de un sello dentado de curso legal, y alguna complicidad también espontánea debió encontrar en el servicio de Correos porque los cartas llegaron a destino con el sello apócrifo convenientemente matasellado, lo que, en opinión de Tabernero, añade aún más valor a la colección.
Conget ha sabido ver que "Cartas a un editor" es también una vindicación al correo tradicional, frente al correo electrónico, cuando advierte:
"Calíbrense los trastornos económicos en la industria electrónica y las posibles amenazas que se ciernen ya sobre el pintor y el difusor de sus sobres", y añade: "Que el editor sopese las terribles consecuencias de la belleza".
Eduardo Jordá asegura que "lo importante" de esta colección "es que esos sobres y esas cartas son una invitación a la alegría y a la fe en la vida".
Juan Lamillar sugiere que si alguna vez estos sobres se muestran en una exposición que ésta se celebre en unas oficinas de Correos "para recompensar al mensajero en lugar de mandarlo matar".
Eduardo Mendoza señala en su texto que esta correspondencia entre pintor y editor recuerda la de otras épocas, cuando las cartas se conservaban dentro de los sobres en que habían sido enviadas porque los "sobres vestían las cartas de tal modo que a veces merecían ser atados por una cinta de material noble" y "en casos extremos acompañados de una flor marchita".
"Cartas con alas" se titula el texto en el que Manuel Vicent dice de estos sobres que "en adelante ya no serán valorados por el contenido que transportaban en su interior".
Los sobres poseen el mismo colorido radiante y la ingenuidad característica de los cuadros de Juan Romero, y también la alegría contagiosa que transmiten sus pájaros, sus mariposas, sus caracoles, tigres, leones, aviones, pipas de fumador, soles y lunas, paracaidistas disparatados, barcos y palmeras, flores, globos y rinocerontes, gatos, peces, búhos y gente corriendo por la calle aunque vestida a la última moda.