El sábado que viene no será obligatoria la mascarilla pero habrá que hacer pinza con un par de dedos para taparse la nariz ante el olor a podredumbre política que dejará en el ambiente (exterior e interior) la firma de los indultos de los delincuentes del procés. No es casual ni la decisión ni el anuncio de Pedro Sánchez de retirar la protección facial justo ahora. Lo hace coincidir con la salida de la cárcel de los independentistas que declararon la república catalana para minimizar el impacto en la opinión pública.
La maniobra es tan burda que cuesta pensar que funcione. Hasta ahora, de hecho, y según las encuestas, la gestión de la crisis sanitaria está pasándole factura. El sondeo elaborado por Social Data y publicado por Publicaciones del Sur recientemente apunta que el 71,1% de los andaluces valoran más y mejor el papel de Juanma Moreno y Juan Marín que el del Gobierno.
Hasta los votantes socialistas, según la encuesta, admiten mayoritariamente (35%) que la Junta ha hecho mejor su trabajo. Los ciudadanos penalizan la frivolidad de Fernando Simón y las erráticas instrucciones del Gobierno, que ha salido derrotado de cada encontranazo con los gobiernos autonómicos. La credibilidad de Pedro Sánchez, que negaba la utilidad de las mascarillas por su incapacidad para conseguirlas, dio por derrotado el virus en junio de 2020, ha ocultado la cifra de fallecidos y solo ha enredado la campaña de vacunación con las dudas infundadas sobre Astrazeneca, es nula.
Se le ha notado en exceso que solo se ha movido por interés personal y partidista. Al Gobierno le ha faltado la sensibilidad y la prudencia de los gobiernos autonómicos y, sobre todo, la mayor parte de los alcaldes, porque no ha pisado la calle ni se ha esforzado por conocer de primera mano el horror: ni ha pisado un hospital ni una residencia de mayores.
La desconexión con la opinión pública es total en todos los órdenes. Los españoles rechazan los indultos de manera rotunda. El apoyo del presidente de la CEOE solo puede generar adhesión entre la élite empresarial y económica, que quiere hacer méritos para que Pedro Sánchez, que dispondrá, gracias a Vox, de los fondos europeos de recuperación a su antojo, pague generosamente el apoyo. Pero realmente es muy difícil que cualquier español de a pie se trague el cuento de la necesidad de normalizar, cuando no hay arrepentimiento por parte de los presos y los representantes del independentismo catalán expresan con total claridad que demandan amnistía y autodeterminación. P
ara recuperar la normalidad hay que hacer justo lo contrario que está haciendo Pedro Sánchez: cumplir con la legalidad, Estatut y Constitución, e insistir en que hay unos límites, la unidad de España, la igualdad, la libertad y la solidaridad interterritorial, que no se pueden traspasar, y unas reglas de juego para llevar a cabo cualquier modificación de ambos textos. El Gobierno de Pedro Sánchez está cebando al independentismo, alimentando las expectativas, agravando la brecha política y creando un nuevo conflicto. Cuando el sábado se quiten las mascarillas, antes de taparse la nariz, aprovechen para gritar no bien alto a esta traición a España. Justo después, con la nariz tapada, sonará ridículo.