El pueblo de Torremolinos es ejemplar en el celo que demuestra en la guarda de sus tradiciones, sean festivas o religiosas. Lo sorprendente es que en el empeño se gastan no solamente las personas mayores, que es lo natural en cualquier pueblo, sino que hasta los más jóvenes se desviven por hacer manifiesta su participación en el Torremolinos tradicional. Ello es muy cierto en lo que respecta a las tradiciones de Semana Santa, donde buena parte de la juventud se afana por que las ya ancestrales procesiones no desaparezcan; es más, se esfuerzan vehementemente, encuadrados en las diferentes Cofradías y mano a mano con sus mayores, para que las de Torremolinos figuren entre las más esplendentes manifestaciones de fervor popular. Asombra el hecho de que tantos jóvenes cofrades se ofrezcan todos los años desinteresada y voluntariamente para portar a hombros, con gran sacrificio, los pesados y majestuosos tronos ennoblecidos por las artísticas imágenes cuya sola contemplación invita a los devotos al recogimiento.
La celebración católica de la Semana Santa ha despuntado en Torremolinos con inusitado fervor durante los últimos años, aún conviviendo en el municipio, en un variopinto abanico de respetables creencias, distintos colectivos religiosos cuyo comportamiento y pacífica tolerancia mutua son dignos de los mayores elogios. De entre las minorías cristianas, acuden a la memoria las celebraciones que en estos días observan las comunidades evangélicas, que se reúnen en sus habituales centros de adoración para leer las preceptivas porciones de los textos evangélicos sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo. En estos días coincide asimismo la Pascua judía, que la comunidad de Torremolinos celebra, cada familia en su propio hogar, después de haber asistido a la liturgia sinagogal. Durante la cena de Pascua o del Seder se rememora la salida de los israelitas de Egipto, que fueron conducidos por Moisés hacia la libertad, y el cabeza de familia narra la historia de aquella liberación, tras lo cual los presentes responden con el "Hallel" o salmos de alabanza propios de la Pascua.
Otra comunidad importante en el municipio es la de los testigos cristianos de Jehová, que tras la puesta de sol del 14 de Nisán (el decimocuarto día después de la luna nueva más próxima al equinoccio de primavera en Jerusalén), observan la Conmemoración de la Muerte del Señor Jesucristo con un discurso rememorativo y la sencilla ceremonia del pase de los emblemas de pan y vino, de los que únicamente participan los llamados "ungidos", en tanto que los demás de los presentes únicamente asisten como observadores y oyentes.
La mayoría religiosa del municipio acude a sus respectivas parroquias para la celebración de los oficios propios de Semana Santa, que se complementan con las solemnes procesiones por las calles. Cuatro son los días en los que las procesiones brillan en Torremolinos. El Domingo de Ramos por la mañana, procedente de la Iglesia Madre del Buen Consejo, efectúa su recorrido público la espectacular procesión de "La Pollinica", protagonizada con algarabía por los niños, los cuales, ataviados con prendas nazarenas, portan sendas palmas. En la tarde-noche del Martes tiene lugar la procesión de los tronos de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y de María Santísima del Calvario. Ambos, con salida de la Iglesia de Cristo Resucitado, en El Calvario, y a hombros de cofrades, recorren las principales calles de la población. El Viernes salen de la Iglesia Madre del Buen Consejo los tronos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de María Santísima de los Dolores. En un impresionante desfile, dos centenares de cofrades que a hombros cargan los pesados tronos, ofrecen a los espectadores una emotiva estampa de sumo recogimiento. Cierra la Semana la pequeña procesión del Cristo Resucitado, de la parroquia del mismo nombre, el domingo de Resurrección.
Significativa es la denominación de "El Calvario" para la popular barriada de Torremolinos. Se debe a que en tiempos pasados se realizaba un Via Crucis que recorría toda la cuesta, desde la Plaza Costa del Sol hasta la zona de lo que hoy es el Ayuntamiento, según recoge el escritor Jose María Souvirón en su novela "Cristo en Torremolinos".