Muchos analistas políticos y destacados dirigentes del PP nacional y andaluz sostienen, visto el resultado de las elecciones en Castilla y León, que el presidente de la Junta de Andalucía y de los populares andaluces, Juan Manuel Moreno, desaprovechó el minuto de oro que la coyuntura política le proporcionó el pasado otoño. En los últimos meses de 2021, todo le soplaba de cara. Las encuestas propias y ajenas le encumbraban a una mayoría parlamentaria abrumadora –cercana incluso a la absoluta-; Vox acababa de sufrir un frenazo en sus expectativas ante el arrollador efecto Ayuso; el PSOE acababa de elegir a Juan Espadas como candidato, pero todavía sin el control orgánico del Partido Socialista, y la izquierda “revolucionaria y transformadora”, como le gusta remarcar al sabio Antonio Rodrigo Torrijos, atomizada, dividida, enfrentada y sin presidenciables. A este tablero político había que sumar que acababa de finalizar la quinta ola de la pandemia, que la vacunación iba como un tiro y que la economía estaba recuperándose a igual ritmo en Andalucía que en España. El mismísimo portavoz parlamentario del PP andaluz, José Antonio Nieto, reconoció públicamente que él y otros muchos compañeros aconsejaron, sin éxito, a Moreno que pulsase el botón del adelanto electoral.
Es fácil ahora, con la perspectiva de los acontecimientos sucedidos, afirmar que se pudo equivocar, pero creo que, paradójicamente, el terremoto interno en el PP, que se ha convertido estos últimos días en un cuadrilátero de boxeo entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, le ha proporcionado al presidente andaluz un segundo minuto de oro inesperado. Ante la estulticia que están demostrando el presidente nacional de los populares y la presidenta de la Comunidad de Madrid, es el momento de que den un paso adelante los barones territoriales. Y, hasta la fecha, a Alberto Núñez Feijoo no se le ha notado más determinación que en el pasado cuando fue señalado como el sucesor de Rajoy. Frente al harakiri de unos y la incomparecencia de otros, Moreno Bonilla no debería ponerse de perfil, sino dar un paso adelante e intentar poner orden en este ejercicio de ineptitud política. No se trataría de postularse para el liderazgo general de su formación, sino de dar un puñetazo en la mesa y reclamar responsabilidad porque esta lluvia ácida terminará afectándole en sus expectativas electorales. Así afianzaría su perfil de líder nacional y daría un mensaje a los andaluces de que él está al margen de estas corruptelas, espionajes y demás intrigas y que, de verdad, quiere proteger Andalucía y encapsular a la Junta de esta película de terror que están protagonizando en la capital de España.
