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Escrito en el metro

Un tranvía llamado demoscopia

Los medios de comunicación suelen mostrar días antes de unas elecciones ese pequeño pueblo donde se reproducen a escala reducida los resultados de los comicios.

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Hace años se contaba de un político andaluz que acertaba todas las quinielas electorales. Para ello se basaba en una prueba, casi tan científica como las propias encuestas.Se limitaba a oíruna semana antes de las elecciones lo que se comentabaen una serie de locales que ya tenía probadamente seleccionados. Un bar parroquiano, una peluquería, una tienda de ultramarinos y unos cuantos comercios más le eran suficientes para conformar un pronóstico que siempre era acertado. Con una técnica similar, los medios de comunicación suelen mostrar días antes de unas elecciones ese pequeño pueblo donde se reproducen a escala reducida los resultados de los comicios a nivel general.

Sin temor a acertar menos que las sesudas encuestas precocinadas, cocinadas y gratinadas hasta la saciedad de quien las encargó, uno puede aventurarse a utilizar como observatorio demoscópico al Metro. Se trata de un espacio de mezcolanza que reproduce bien el universo electoral y en el que se perciben esos pequeños cambios sociales que darán como producto final la composición de los distintos parlamentos. Cabe prescindir de encuestas o de prestar oído a conversaciones ajenas, solo se trata de observar al más puro estilo sherlockiano esos pequeños detalles que revelan todos los mensajes que necesitamos interpretar.

Así, basta con observar si hay mayoría de zapatos nuevos o estreno de ropa de temporada, las caras de los que se bajan en la Ciudad de la Justicia o en la más cercana al centro de mediación laboral, para deducir si a la población le va mejor o peor. Luego, basta con aplicar la lógica maquiavélica de la resistencia al cambio, es decir cuando las cosas no van a peor  la gente prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer.

A tenor de lo observado la última semana la rudimentaria conclusión demoscópica nos pronostica que las conductas ilícitas indignan pero no cambian el sentido de los votos, que el bipartidismo renacerá con más fuerza y que la nueva política fue un espejismo de corta duración que se ha esfumado entre una madeja de líneas rojas.Y es que la dimensión de nuestras tragaderas asusta, como sentenciaba Gabilondo.

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