Poco se está escribiendo de esos manchurrones negros que tanto proliferan por el acerado y baldosines de ciertas zonas de Jaén. Un sucedáneo de chapapote que impregna el suelo de esta ciudad.
Los exteriores de las inmediaciones del Hospital en la calle Juan Pedro Gutiérrez Higueras o las escaleras de la entrada de la Universidad Popular Municipal en el Gran Eje son sólo dos epicentros de la porquería con que Jaén se marranea cuando estos pájaros se van de vareta. En la Plaza de las Batallas, en pleno centro, hay un banco metálico donde esta semana es imposible aposentarse por la mugre que lo cubre.
Al problema intestinal que pueden traer incorporado estas aves hay que añadir el malaje que se gastan. En la Plaza Deán Mazas parecen adueñarse de la misma. Sobre los árboles, se parapetan en las ramas para sabotear a todo aquel que se siente en la terraza. El pasado mes de noviembre fui testigo de cómo uno de ellos soltaba un proyectil que estuvo a punto de caer directamente sobre el cubalibre de un amigo que se ausentó brevemente para hacer lo propio que hacen estos pájaros y a la vuelta nos encontró desplazados dos mesas más allá, fuera del territorio conflictivo.
Y en esta misma senda escatológica, otro tanto hay que decir de la acera de la Avenida de Madrid que pertenece al Parque de La Victoria, donde se respira un aire de corral galináceo tremendamente asqueroso y el suelo es una amalgama de plumaje disperso y excrementos.
Jaén tiene aquí un problema que antes no tenía. Y si lo tenía no era tan evidente como lo es ahora, donde ese sucedáneo de chapapote avícola se desparrama por toda la ciudad para desesperación de ciudadanos y de los operarios de limpieza municipal que día sí y día también deben andar dándole al cepillo, al rastrillo o a la espátula con la sensación de emplearse en una tarea tan efímera como infructuosa.
Pero no es menos cierto que alguna solución debe haber y se debe buscar, para evitar que Jaén presente esa imagen tan asquerosa que los jiennenses no merecemos por más que haya que respetar el legítimo derecho de los estorninos a evacuar lo que llevan dentro allí donde precisen. Porque por muy legítimo que eso sea, ahí queda. Decorando muy desagradablemente las calles de Jaén, y parafraseando al maestro Antonio Burgos: los estorninos se cagan donde los da la gana “y no passsa nada”.