Mucho se está apuntado, y con razón, a la necesidad de blindar, cuando superemos esta maldita pandemia, la sanidad pública y dotarla de los recursos suficientes para que siga siendo el ángel de la guarda de nuestra sociedad. Pocos deberían dudar de esta apuesta tras años de recortes en favor del negocio sanitario privado. Deberemos también tener memoria sobre el papel de aquellos profesionales esenciales que nunca tuvieron precisamente el mejor cartel para la ciudadanía. Y tampoco podemos olvidar a la cultura que tanto nos está ayudando con sus libros, su música, sus películas, sus series, sus pinturas, sus esculturas y otras creaciones a sobrellevar este complejo periodo de confinamiento.
En sintonía con esta reflexión, el pasado miércoles en el programa Acento Andaluz de 7 TV Andalucía el ex vicepresidente del Gobierno e histórico dirigente socialista Alfonso Guerra lanzó un alegato en defensa de la cultura, de su aportación al enriquecimiento personal y del compromiso que los distintos gobiernos deberán tener con un sector especialmente castigado por las crisis sanitaria y económica que estamos sufriendo. “La actividad cultural es una actividad muy personal que se realiza en soledad, pero necesita luego ser escuchada, leída o vista por muchas personas (…) Tienen los poderes públicos que ayudar, incitar a la actividad creadora con la que alimentamos una parte importante de nuestra existencia. Si se suprimiera la cultura, casi nos extinguiéramos o nos convertiríamos en operadores de máquina”, resaltó uno de los políticos y pensadores más relevantes de la historia reciente de España.
Si la recuperación, como parece, será asimétrica y a varias velocidades según qué sectores, la cultura sufrirá un proceso de normalización más lento que otros porque tendrá que ajustar su consumo a las nuevas normas obligadas de relacionarnos, con limitaciones en las aglomeraciones y restricciones de aforo que amputarán la difusión y rentabilidad de las creaciones. La cultura fue la primera en parar y será seguramente de las últimas en reactivarse en toda su dimensión. Así que del impulso de los poderes públicos -suenan bien, por cierto, los primeros compromisos de la Consejería de Cultura de la Junta y de ayuntamientos como el de Sevilla- y también del consumo responsable de la propia población depende que la cultura vuelva para ser aún más importante de lo que ya era considerada. Qué la compañía cultural de este encierro en casa no se nos olvide nunca.