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El jardín de Bomarzo

Un salto al abismo

Varias cosas quedan claras tras la sesión de investidura que ha terminado con el nombramiento de Sánchez como presidente y ninguna dejarían conciliar el sueño

Publicado: 10/01/2020 ·
11:50
· Actualizado: 10/01/2020 · 11:50
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Bomarzo

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"Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante"J Ortega y Gasset, 1912.

Varias cosas quedan claras tras la sesión de investidura que ha terminado con el nombramiento de Pedro Sánchez como presidente y ninguna, en principio, dejarían conciliar el sueño en el caso de que uno dedicase los minutos finales del día a pensar en España -parto del principio de que a los españoles les importa esto lo justo salvo por lo que tiene de espectáculo eso de ver cómo se fustigan y/o como asunto de discusión entre cafés o cañas-. Pero en resumen volvemos a las dos españas, una que se autodefine de corte y confección progresista y la otra que se agrupa en torno al concepto derecha, una que censura a la otra de crispar y caldear el ambiente y de usar en falso el nombre del Rey y la otra que acusa a este pacto del insomnio de atentar contra la unidad nacional y de abrazar por el poder al populismo, al separatismo e, incluso, al terrorismo. Una y otra y los españoles entre justificando el asunto porque "no hay más opción", y/o escandalizados y al borde de asaltar las calles, más aquellos otros alucinados ante la certeza de que para una vez que Teruel existe ha terminado por ser la tuerca final para que el motor arranque y ya se verá si dirección al precipicio, pero con Teruel se demuestra que los restos valen tanto como las sumas principales; por no decir, claro está, que para esta España de regiones lo rentable son los partidos nacionalistas, radicales, independentistas, aquellos que suponen una amenaza y que con unos miles de votos gracias a la ley electoral determinan el gobierno de la nación: PNV, la CUP, ERC, Bildu, Teruel... Pobres Extremadura, Galicia, Aragón, Cantabria. ¿Andalucía existe? Es evidente que en este mismo instante hay muchos, pero muchos, valorando el ejemplo de Teruel para copiarlo en sus territorios en este mercadeo político donde nadie se detiene de verdad a valorar el interés general, cada uno va a lo suyo. Qué valiente, por lo demás, la diputada de Coalición Canarias Ana Oramas que no siguió el ordenamiento de su partido, votó en conciencia sin que su voto fuera decisivo y asumiendo los riesgos de una decisión de calado, ante lo cual lo previsible es que la crucifiquen en plaza pública porque este poemario no admite versos sueltos.

¿Y ahora qué? Por un lado parece evidente que Pedro Sánchez no tiene la intención de entregar España a esa jauría de la que se ha rodeado, pero para aguantar en el gobierno deberá realizar concesiones y no van a ser ni de su gusto, ni de las de su partido ni, mucho menos, de la de sus votantes, que en gran medida se agarran al ideario ficticio de que alguna solución habrá antes del salto al abismo. Pero lo cierto es que Sánchez se ha metido el solo en un callejón de difícil salida porque mientras que a Unidas P les compra con una vicepresidencia de cuatro -ningún país en Europa tiene tantas y hay que ver cómo ha evolucionado desde aquello de la casta y los círculos al chalet y cargos para todos...- y cuatro ministerios menores, a ERC no les va a comprar con dinero porque estos quieren lo que quieren. Al margen del detalle tenebroso de que está haciendo exactamente lo contrario a todo lo que en campaña prometió que no haría; es por esto que por días sube la intención de voto hacia VOX, que presenta a un Abascal con porte fiero, haciendo bandera de la honorabilidad, del españolismo y de un discurso tan claro como, según para quién, molesto, pero claro en un tiempo donde la claridad no es precisamente lo que más resalta en el discurso político. Porque lo que resalta es, sobre todo, la mentira, la bronca y ante eso el líder de Vox habla sin escondites y, de haber repetición de elecciones, se terminaría de comer a Cs e incluso al PP.


La estrategia de la derecha desde las elecciones de abril ha sido clara: unión de Casado, Rivera y Abascal con cordón sanitario al PSOE -pese a que el partido condenado por la trama Gürtel era el PP-, iniciando un estado de opinión contra cualquier pacto de Sánchez con Iglesias, con la confianza de que no pactarían y habría unas segundas elecciones en las que el centro de la crítica sería la incapacidad de Sánchez de pactar y nos avocaba a unas segundas elecciones con coste millonario para las arcas públicas. Pensaron que el pueblo daría la espalda a quien no era capaz de pactar y el PP o incluso Cs, que tanto había subido, ganarían las elecciones y con Vox llegarían a Moncloa. Pero el pueblo lo que quería era un pacto PSOE/Ciudadanos y el reiterativo cordón sanitario de Rivera tuvo su castigo, beneficiando al PP y, sobre todo, a Vox, pero sin llegar a arrebatarle a Sánchez ser el más votado. 

Sánchez no aceptó las exigencias de Podemos y no quiso perder las noches de sueño compartiendo mesa de Consejo de Ministros con el coletas, su pareja y demás podemistas. Pensó que en unas segundas elecciones el PSOE seguiría recuperando votos y Cs mantendría la ascensión arrebatando votos al PP, lo que le permitiría gobernar con Rivera de socio. Pero también se equivocó. 

Casado, que ya en las elecciones de abril había abandonó el principio de permitir gobernar a la lista más votada que tanto repitieron los dirigentes del PP y en especial él cuando era el vicesecretario de comunicación de cara a las elecciones de 2016, en su discurso de cierre de campaña dijo: "No vamos a facilitar un Gobierno de Sánchez en ningún caso". Y la noche electoral, ante los simpatizantes apostados en Génova, sentenció que "los programas y planteamientos del PP son incompatibles con Pedro Sánchez". En paralelo, en la calle Ferraz, los simpatizantes del PSOE gritaban aquello de "Con Casado No". Cs casi aniquilado por el electorado y Vox, por todo, creciendo a diario -que es en lo que sigue-.

Ninguna alternativa le quedaba a Sánchez ante este panorama. Perder las noches de sueño y el apetito y el olfato al tener que pactar no solo con Iglesias sino, además, con los independentistas, poniendo en bandeja el discurso de la derecha y ultraderecha, avivador del sentimiento patrio y dando por hecho que se avecina el hundimiento total de España, de tal suerte que de no culminarse el pacto unas terceras elecciones les darían a ambos partidos una segura posibilidad de gobernar. Las redes han sido buenas aliadas para instalar el miedo a las consecuencias del pacto, incluso circulando acuerdos inexistentes, videos manipulados y demás memes y mensajes del terror que se avecina. Si hacemos un ejercicio retrospectivo, ¿qué hubiera pasado en España si el discurso de Blas Piñar y su Fuerza Nueva, unido al de los militares, que veían la transición como una grave y peligrosa amenaza para España hubiera contado con Alianza Popular y redes sociales para instaurar en la población el miedo a la transición y a la democracia?

El PSOE es un partido constitucionalista, eso no cabe duda, y si despojamos la mente del temor a las amenazas que PP y Vox dan por hechos venideros ciertos, la sensatez debe hacernos pensar que los socialistas no van a entregar la unidad de España, ni van a olvidar que la mayoría de los españoles son de centro y clase media, no venezolanos radicales de izquierda. Todo ello, además de que durante toda la historia contemporánea, tanto Franco como luego los gobiernos demócratas de PSOE y PP, han beneficiado, sin excepción, a catalanes y vascos muy por encima de al resto de territorios españoles. Ahora hay diferencias, entre ellas una Cataluña revuelta, con un avivado independentismo, pero que no deja de tener un buen grueso de catalanes que no quieren la independencia y que tal vez aumenten porcentaje y voz sólo si no se victimiza al pueblo catalán y se usa la mesura y la inteligencia. 

Sánchez lo va a tener muy complicado, mucho, no se ha dado un gobierno tan difícil como el que se le presenta y todo hace pensar que la legislatura será corta, mientras PP y VOX desde los cuarteles de invierno seguirán azuzando en las redes y fracturando más esa España que parecía haber enterrado las dos que llenaron ríos de tinta los autores de la Generación del 98 y del 27. No deberíamos olvidar nuestra historia, ni PSOE, ni PP, ni tampoco Vox y, mucho menos, los ciudadanos permitir que entre unos y otros, cada cual con sus intereses, nos lleven directos a dar un salto al abismo. Su negra oscuridad para algunos parece resultar de un atractivo inquietante.

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