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La Cuesta del Tocinillo

Un amigo de Cartagena se entusiasmaba con la calle Salsipuedes. Y otro de Almería le tenía simpatía a la calle Tablerón

  • La Cuesta del Tocinillo. -

Un amigo de Cartagena se entusiasmaba con la calle Salsipuedes. Y otro de Almería le tenía simpatía a la calle Tablerón. A ambos lo que más le gustaba era el nombre con que fueron bautizadas dentro de nuestro callejero. La una y la otra son populares y fácilmente reconocibles entre los jiennenses.

No ocurre lo mismo con la Cuesta del Tocinillo, cuyo nombre parece sacado de una historieta de Mortadelo y Filemón. Seguro que no acertarán a ubicarla muchos de ustedes. Por allí no transitan los carteros. Tampoco acuden hasta allí los repartidores porque simple y llanamente es una cuesta casi en el límite donde se inicia el barrio de Santa Isabel.

Es una vía insulsa en tierra de nadie, donde lo único que hay es la entrada a una cochera y un enorme aparcamiento a la intemperie durante todo un año que sólo se transforma al llegar San Antón y algún colectivo monta una lumbre, siendo punto de encuentro de todos los vecinos de una zona en la que paradójicamente no pertenecemos a barrio alguno.

En esa cuesta,  la calle de arriba y su calle de abajo urge dar suelta a un rebaño de ovejas que se agarren a comer jaramagos y ejecuten de forma alegre y altruista las funciones propias de un cortacésped. La maleza sobresale entre los recovecos de baldosines quebrados, e incluso están floreciendo margaritas sobre el asfalto.

Aquellas son las calles que bordean el Hospital de Jaén y algunas, como Federico Castillo, piden a gritos un arreglo  porque son idóneas para acabar llegando al complejo hospitalario directamente como usuario. Y magníficas para propiciar pleitos de responsabilidad patrimonial, dicho sea de paso.

Por ellas quizás no transiten turistas en masa, pero a diario son un continuo ir y venir de jiennenses de la provincia que se estarán llevando una imagen de la capital bastante pésima en un entorno donde no creo que se haya actuado en los últimos cuarenta años. Las baldosas de estas calles son temibles en días de lluvia, porque actúan como catapultas en miniatura y te dejan los bajos del pantalón chorreando nada más salir de casa, a veces desde el tobillo hasta las rodillas.

En noviembre  un zorro compareció en la puerta de Urgencias en el Hospital. No sé si sería porque el raposo se encontraba cómodo en una zona de Jaén que ciertamente está de un tiempo a esta parte algo asalvajada.

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